sábado, 19 de diciembre de 2015

Un viernes cualquiera.

Salir, beber, el rollo de siempre.
Que se enfaden en casa porque voy muy arreglada, que se me queden mirando en el metro, las tías con desaprobación y los tíos un scaner rápido. Llegar, y que se escapen tres suspiros y cuatro piropos. Llegar, y que te quedes mirándome un segundo más de los que son necesarios para verme. Que te acerques a darme dos besos largos. Que tus manos rocen mi cintura y la desestabilicen. Que cada tres minutos sienta dos ojos y una sonrisa cerca. Saber que cuando me miras así, voy bien.
Que la música taladre mis oídos y te pongas contra mi espalda. Bajar bailando arrítmicamente contra tus costillas. Que te pierdas entre un sin fin de gente que yo también conozco y desde allí fijarme en que te has desabrochado el primer botón de la camisa y que tras las mangas se vislumbran las venas de tus brazos. Que te muerdas el labio mientras bailas, o mientras lo intentas. Que te desabroches otro botón y resoples. Que vayas con una copa en la mano mientras gritas, "quiero entrar, en tu garito con zapatillas, que no me miren mal al pasar" y segundos después te dobles de risa.
Que el dj ponga canciones de Grease y abras los ojos y sonrías pícaro mientras te mueves mejor que Travolta, haciendo el teatrillo con mejores artes escénicas que todos los que te rodean. Reírme fuerte mientras te miro y creerme que en cueros, habrías conquistado también a Sandy.
Que pases de música de los ochenta a "Limbo" con una facilidad pasmosa. Sin saber bailar. Bailando mal pero no sucio.
Barba, camisa, sonrisa.
Que estés despeinado tras moverte entre cinturas ajenas pero que tu tupé siga siendo el punto de inflexión de mis manos. Por lo que no pudo ser.
Acabar bailando reggaeton sin apenas poder mover los pies y notar que te mueves cerca, mientras siempre se pone alguien entre nosotros.
Verte beber la copa y pestañear. Verte mover las caderas y querer juntar las mías. Que mis manos se pierdan en tus hombros y se cierren en tu cuello mientras Melendi canta que "va caminando por la vida".
Que te encares con un tío porque le ha tocado el culo a una amiga tuya, y que la saques de líos cuando se le pegan los desesperados.
Perderte a las cinco de la mañana y estar buscando tu pelo casi rubio y tu mirada casi eléctrica entre la gente.

Lo recuerdo todo porque cuando me dormí, volviste a aparecer en sueños para bailar conmigo todo lo que quería, y querías.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Ilusión.

Siempre he pensado que la ilusión lo es todo en esta vida. Incluso por encima del amor, porque en términos muy generales éste es una forma de expresar cuándo tienes ilusión por vivir experiencias con otras personas.
Quizá sea por el hecho de que no puedes reprimirla lo que la hace tan particularmente especial. Reprimir un sentimiento tan grande y tan abstracto sería como tratar de contener el agua del mar en una botella de medio litro. Solo entraría una parte tan ínfima que no podría representar la grandiosidad de este. Del mismo modo ocurre con la ilusión.
Cada gota de agua de mar es como cada pensamiento que se mueve de una neurona a otra, te impulsa a creer en unas posibilidades x alimentadas con una ilusión y. Tratar de resolver ese sistema te llevaría toda la vida. Sería como tratar de cruzar un océano a nado; lo importante no es la solución, ni en sí el camino, lo importante es lo que llegas a descubrir debido a ese camino. Lo importante es la ilusión que te impulsó a recorrerlo y las consecuencias de haberlo hecho.
Un niño tiene ilusión porque sueña a lo grande. Soñar va dentro de ilusionarse, es como una de las ramas que se bifurcan del tronco. El amor, las ganas, la pasión...
"Quizás morirá el soñador, no mis ganas de soñar" canta Rayden, y no podía tener más razón. No puedes matar la ilusión porque esta no está viva, la llama sólo se ilumina cuando dentro de nosotros sopla el viento suficiente como para no apagarla. Cuando el mar está en calma, el horizonte muestra el techo de nuestros sueños. Justo, no tenemos tope. Es por eso y solo por eso por lo que "si te ahogas en un mar de dudas, sal a flote; 
hasta el flato, hasta que digan plato o el planeta explote. 
No seremos el barco que con el iceberg choque, un tal islote, la misma foto con otro enfoque."
El enfoque que siempre hemos de darle es la ilusión. Cierra los ojos y abre el corazón.

lunes, 7 de septiembre de 2015

Lunes

Duele el hecho de sentirte en soledad y que esa soledad te oprima el corazón hasta ponértelo en la comisura de los labios y vomitarlo. Y los que están, los que están si es que se puede hablar de ellos en plural, comparten sangre y se pegarían por volverlo a meter en el hueco izquierdo del pecho. Menos mal que sí están, y sobre todo que lo hacen en las malas.
Y se pegarían con los que te lo sacan.
En fin, no puedes pedirle a un manzano que de peras y no puedes pedirle a una persona que se comporte como un hermano. No puedes porque la expectativa de éxito es el peor fracaso.
Única en mi especie y gilipollas como tal, seguiré callando porque quien quiere oírte, te escucha y te busca.
(O eso, o dejar de lado lo te hace volver atrás. Porque hacia atrás ni para coger carrerilla)
Los demás podéis iros tranquilamente a tomar por el culo.
En resumen, duele equivocarse a la hora de confiar y a la hora de aprender de. La vida es maestra y a mí nunca me ha gustado que me enseñen, no iba a ser esta una ocasión especial.
Es verdad, 0 dramas.
A los que están, que se quiten los zapatos porque no quiero ninguna huella más, a los que están por venir que ni se molesten. Los corazones rotos no se arreglan. Uno mismo sabe a quién darle los trozos.
Menos mal que la venda siempre cae y nos permite mirar. Siempre lo he dicho y lo mantengo, cuanto más se sabe, más duele.
Fin de la historia.

viernes, 28 de agosto de 2015

De esos que...

Tienes que ser tú ese que se me cruza por la calle y sonríe cuando respira mi mismo aire. El que deja un rastro en mi nariz que me hace guardarte en mis pulmones. Sin querer expirarte.
Tienes que ser ese que lleva gafas de sol en el metro y el pelo enredado, sin peinar, hacia arriba. O quizá todo lo contrario.
Tienes que ser el que lleva la camiseta de mi serie preferida y el que canta en inglés, un inglés pésimo, una canción de los noventa de la que ya han hecho remix. El que cierra los ojos y mueve las manos cuando escucha la acústica de las guitarras. El que lleva un anillo en la mano derecha con el que juega por nervios. El mismo que se toca el pelo cuando llego tarde. Y siempre llego tarde...
Tienes que ser el que espera sentado con flores, barba, camisa y sonrisa en el metro de alguna estación de pueblo, y a la primera extraña que pase... Irte sin decir nada más y correr hasta la siguiente estación y la siguiente chica. De flor en flor, como tú dices.
Tienes que ser de esos que cuando se enfadan se autolesionan y luego gritan. O quizá sea solo yo.
Tienes que ser de los que ocupan el fondo norte del Bernabeu en una noche de Champions. De los que lloraron con el gol de Ramos. De los que después del fútbol piden pizza y coca cola. Coca cola para mí y cerveza para ti. De esos que yo pudiera inmortalizar en mi retina cuando les viera bebiendo de morro el botellín. De los que se acaloran cuando hay mucha gente en el bar. De los que buscan la barra y una conversación antes que buscarla con el móvil. De los que visten bien. De los que leen a Agatha Christie. De los que cantan en la ducha y bailan en calzoncillos. De los que van medio desnudos y por eso te entran muchas ganas de abrazarlos cuando ves el torso libre. De los que tienen un hueco en el pecho donde mi mejilla se completa. De los que abrazan haciendo cosquillas. De los que te levantan tumbándose a tu lado mientras se quedan dormidos. De los que ponen mi música favorita en el coche y la tararean.
Tú debes de ser de esos solo que aún no te has dado cuenta.

jueves, 13 de agosto de 2015

Cosquilleo.

Llegar a casa es discutir con mi madre por teléfono porque me echa de menos y en el momento de llegada se le olvide todo para darme un beso. Que mi abuelo sonría cuando me lo encuentro en la cocina y me pregunte que qué tal.
Pero sobre todo, llegar a casa es escuchar la puerta de entrada cerrarse y correr para verle. Y que se esconda y me meta un susto y yo solo le abrace. Después de cuatro días. Después de abrazarle con su cabeza en mi ombligo, él sentado en la cama y yo de pie, a las cinco de la mañana, y el beso en el pelo. Y que cuando llegue él se ría fuerte mientras me llama y me envuelve. Eso es llegar a casa. Mi hogar.
Me llena el corazón cuando le digo que se tumbe y a la primera ya está en su lado de mi cama esperando a que le abrace. Que lo primero que haga, incluso antes de hacerme cosquillas, sea ponerme la piel de gallina soplando en mi cuello. Y que sea instantáneo. Y que me diga "no ha cambiado nada", y note su emoción y su alegría al hacerlo.
Y que me cuente de forma resumida sus últimos días, que se tumbe a mi lado para contármelos. Es su forma de decirme que me echa de menos. Y yo lo sé. No nos hace falta decir "te quiero" para demostrar nada, porque sobran las palabras.
Y que me diga que si le he echado de menos por teléfono. Antes de llegar. E imaginarlo con esa carita medio afeitada y su media sonrisa, y sus ojos grandes color café. Ay.
Y que me diga "friego y nos tumbamos", y me deje en su cama, como si fuera la rutina más guay del mundo. Y que ésta huela a recién puestas. A él, un poquito a él. Que me espere mientras me lavo los dientes porque me ha dado antojo de drácula de madrugada. Le quiero todo el rato, joder.
Que me enseñe "las chicas que son muy sociales" pero que yo le diga que no, que solo le tiran la caña. Y él no lo ve, eso es lo más bonito. Que me cuente cosas de sus amigos y pensar que yo le querría como amigo también. Y como persona favorita también. Que me cuente que ha ido a ver a una chica con cáncer al hospital, y "se me han puesto los pelos como escarpias al ver que andaba con la prótesis, me he emocionado y todo". Y yo le quiero a reventar.
Que me diga que está buscando los apuntes de este año para dejarlos a sus amigos, "ovejitas descarriadas". Porque él es el tío más bueno de la faz de la tierra.
Que me enseñe conversaciones con su novia y se ría conmigo de lo que dice. Esa mirada de complicidad.
Que me cuente que se siente desplazado porque yo me llevo el cariño de todos mientras que a él no le defiende nadie. Y se pone tonto mientras lo hace, y claro, yo sólo me derrito y le beso hasta que no puede más.
Que juegue conmigo a adivinar canciones. Las canciones que a mí me gustan, porque sus gustos y los mios son tan parecidos que le gusta descubrir mi música. Y que yo ponga los primeros segundos de "te entiendo", pare le canción antes de que suene la voz y le diga "¿sabes cómo empieza?" y él responda, apenas sin afinar, "puede que esto dure tanto como una noche lunar". Y siga a lo suyo como si yo no me hubiera derretido. Como si no hubiera cantado Pignoise para mí. Y que luego me diga que un concierto de ellos ahora no, pero que ya se vería.
Que sea la persona con la que menos vergüenza tengo para cantar y bailar. Que cante siempre con él. Que él me saque a bailar. A bailar mal, a saber quién peor.
Ese cosquilleo cada vez que roza mi cuello y yo, a la vez, lo intento con el suyo y le regalo un chupetón instantáneo. Que me chupe a todas horas, y diga "ups, perdón, sin querer" y ponga la carita de buenazo que le sale.
Que me deje morderle la barba y él se vengue con mi flequillo.
Que beba ron con cocacola siempre conmigo, que controle cada gota, que no se junte con chusma y que se levante pronto para irse a dormir a mi cama. Que cuando yo no estoy en casa y estoy de viaje, duerma en mi cama. Llegar a casa y ver las sábanas echas un burruño y él trate de explicar por qué duerme ahí.
Y que yo piense que cuando él no está, su habitación es mi bote salvavidas.

Que me haga la persona más feliz del universo.

sábado, 1 de agosto de 2015

Algunas noches tontas.

Por las noches pienso que si existes y vives en mi misma ciudad puedas estar haciendo lo mismo que yo. Dar vueltas en la cama para despegarte del calor mientras esperas a que el móvil suene y que sea la persona adecuada la responsable. Y entonces me pongo nerviosa porque sí, podrías estar haciendo justamente eso. Y entonces pienso en si te gustaría compartir costumbres con alguien que se acostumbra fácil. Si te gustaría compartir miedos antes que cama. Si te gustaría quedar antes que hablar, leer un libro antes que ver una peli, el jazz antes que la bachata, el ron antes que el whisky, la coca cola antes que cualquier otro refresco, las películas de risa antes que las de miedo, el fútbol en un bar antes que en casa, la playa antes que la montaña, y todas esas cosas insignificantes que hacen en sí su propio significado.
Pasear por la playa por la noche porque así no vemos nuestras huellas.
Entrar en un pub con música en directo en vez de en una discoteca ratonera.
Leer por la noche.
Comer helado de madrugada.
Pararte en medio de una calle abarrotada de gente y sentirte libre.
Algo así.
Y sí, puede que a mi sí me apetezca hacer algo así contigo.

Esperanza

Quizá la esperanza sea lo último que se pierde. Quizá lo sea de verdad.
El hecho de que una persona genéticamente defectuosa piense que sus descendientes nacerán sanos y fuertes no es si no la esperanza que habita en el corazón, marchito, del padre o madre en cuestión.
Quizá sea la esperanza lo único que nos hace ver el golpe con menos perspectiva, esto es, el hecho de que exista una posibilidad entre mil de que algo ocurra no significa, ni por asomo, que merezca la pena intentarlo, y el hecho de pensar que sí lo hace, convierte a la caída en menos llevadera. Ello no significa tirar la toalla ante imposibles o improbables, ello significa saber nuestras posibilidades de éxito en todo momento para que así tengamos presentes todas las que no lo son. Quizá ese resquicio a la esperanza es el resquicio al golpe. Saber que las cosas pueden salir mar y no resignarnos fatalmente ante los acontecimientos.

La esperanza es, sin embargo, lo último que se pierde. El hecho de pensar que las cosas van a cambiar sin nosotros hacer algo de forma física hace que dichas posibilidades nos parezcan dudosas y pensemos que en vez de una, tengamos cien. Algo así como soñar sin cerrar los ojos. Volar con la mente al lugar donde tenemos ese triunfo e imaginar las consecuencias. Lo que no solemos valorar, lo que no solemos plantearnos es el resultado de que las cosas vayan mal.
Un mal examen, un accidente, una discusión... La caída duele algo más de lo que merece la pena intentar.
Quizá la esperanza se confunda muchas veces con la fe, con la diferencia de que esta hay que buscarla o crearla, que no es innata. De ahí la esperanza, la fe en las personas. Todo se resume a lo mismo.

lunes, 13 de julio de 2015

Abrí los ojos.

Por alguna extraña razón llegué a pensar que esa noche serías tú el borracho que canta a la luz de la farola que titila en la penumbra de la noche. El que, agarrado a la botella, acaricia los primeros rayos de sol con unas gafas oscuras en el portal de mi casa. Pegado a una sonrisa.
El que se ha vestido con una camisa azul cielo y lleva la corbata en la cabeza. El que no deja de tararear alguna canción de los noventa.
Por alguna extraña razón siempre pensé que serías tú el que odiaba el ron y bebía dios sabe qué. Que su toque dulzón era demasiado para ti, decías entre susurrros enfermizos, que ni siquiera echabas azúcar al yogurt natural.
Siempre te imaginé con una barba frondosa y espesa y quisiste entrar en mi muro afeitado. Ni siquiera bigote.
Siempre te imaginé marcando un gol y besándote algún tatuaje. Mirando a una grada vacía. Discutiendo con algún defensa y gritándole al árbitro.
Besando algún escudo pegado al corazón y cantando en la parte más baja del estadio. O en la barra de algún bar.
Siempre pensé que te gustaría la música de guitarra y no la de discoteca. Decías que ambas eran compatibles como lo son dos personas opuestas. Como el Madrid y el Barsa. Como el PSOE y el PP. Decías que todo era música y que todos estaba en quién la escuchara. Que Elvis estaba bien pero que Nicky Jam también. Todo eran momentos, y no te faltaba razón.
Siempre te imaginé durmiendo tres horas de siesta y sin pegar ojo hasta las tres o las cuatro. Luego me di cuenta que no pasabas de las once. Quizá a ti las noches reflexivas no te habían hecho daño aún. Quizá era el primer síntoma de inteligencia.
Nunca te imaginé sentado frente a mí en un torneo de ajedrez, apuntando tus jugadas en una hoja rasgada mientras tocabas el reloj con furia. Quizá fuera el segundo síntoma de inteligencia.
Siempre soñé con que fueras el espectador que aplaude tras el espectáculo de sombras que se mueven enfundadas en kimonos blancos con cinturones de colores. Que gritan en japonés ciegos de concentración. Siempre soñé verte tras la cámara que grabara cada uno de mis movimientos. Aunque a decir verdad, me hubiera gustado más verte con uno puesto. Pero para blancas tenías otras camisetas.
Nunca te soñé siendo el tipo duro de todas mis historias. Pensé que dejarías de lado la fachada de Lucas Fernández y directamente me dirías cuánto iba a llover. Pero tú no eras así, por supuesto. No sabrías ni siquiera quién era él.
Siempre me imaginé a alguien que devorara tan precioso fruto del olivo como yo, aunque soñé despierta. Si no te gustaran, sería plato único y exclusivo.
Te imaginé en el campus de la complutense bajo la sombra de algún árbol en alguna facultad cochambrosa, y soñé con que no fuera filosofía. Con un bocadillo entre manos y una coca cola abierta al lado.
Te soñé en un concierto.
Te soñé en la playa por la noche.
Te soñé en la final del Mundial.
Te soñé en mi restaurante favorito.
Te soñé leyendo poesía.
Te soñé y no me quise despertar.

Y abrí los ojos y empecé a soñarte otra, y otra vez.

jueves, 9 de julio de 2015

Mercedes

Mi abuela es una señora temperamental, y joder cómo me gusta. Es una tía con carácter; que te dice a gritos que te esperes que está cerrando la bolsa de la tortilla mientras el coche arranca para irse, y que te quiere.
Que se abalanza sobre la puerta trasera del coche cuando enfilamos el callejón y paramos en frente de las puertas rojas. Su metro cincuenta abre los brazos formando un eje de noventa grados y su boca forma una sonrisa semicircular. Y dice "hombreeeeee" y nosotros sólo decimos, "¡abuela!"
Que cuando quieres salir negocia de tu lado la hora de llegar, "pero deja a la chica divertirse, mujer" y que no te dice que no hagas ruido cuando llegues.

Lleva un vestido al que llama "babi" y siempre dice que justo cuando llegamos la pillamos desarreglada, -pero está igual de guapa que siempre- se pasa una mano por su pelo grisáceo rizado y te vuelve a sonreír.
Y te da una palmada en el culo.
Y te muerde una mejilla si te descuidas.
Y te mete un billete en el bolsillo del culo.
Y te prepara la cena para que te la lleves.
Y dos mil tuppers en bolsas.
Y medio huerto.
Y las patatas que nos gustan.
Y las palomitas dulces responsables de los quemazones de sus brazos.
Y te cuenta quince historias distintas de hace cincuenta años.
Y se ríe muy fuerte mientras habla.
Y nos pone dos tajadas de más de conejo en el plato, por si acaso.

Fue la primera liberal de Valverde y una mujer con la misma cantidad de ovarios que de huevos. A la que el médico le dijo, al ver su vientre hinchado, que si él no le asistía en el parto, moriría. Pero un alma tan pura, tan fuerte, tan viva, no podía morir al dar a luz. Lo que ella no sabía era que venían dos. Que al nacer la primera, la partera sacó a otra de dentro. Y mi abuela no se lo creía. Y aún no se lo cree.

Mi abuela siempre tiene aceitunas y siempre deja el plato a mi alrededor, por si acaso. "Oye que si quieres más..." y sonríe.
Siempre levanta la voz para hablar y debe haberse acostumbrado a hacerlo porque mi abuelo tiene demasiado amor en las orejas.

Mi abuela tiene una cicatriz en la cara, un surco que dibuja su mejilla cuando se curva en sonrisa. Y cuando la preguntas que qué paso se para y te lo cuenta.
Que cuando tenía tres añitos se puso detrás de una burra y esta le dio una patada. Ay, abuela.

Mi abuela se llama Mercedes y estoy segura que fue ella quién inspiró al que creó la serie de coches de alta gama que anuncian en la tele. Estoy segura.
A ella la conoce todo el pueblo -y también la oyen- y cuando voy con ella, dice "¿has visto que grande está mi nieta? " y me rodea la cintura con sus brazos rechonchos. Me presenta a todo el mundo, y ellos parecen conocerme. "Una de la de las gemelas", dicen. Lo que no dicen es la cantidad de ovarios que se dejó mi abuela para dar a luz.

Mi abuela toma tres pastillas de colores y un sobre de Ideos todas las noches. Y pese a que tiene la cabeza en otra parte siempre repite, " Carlos, Carlos, dame las pastillas. Están ahí, sí", y mi abuelo, un hombre que la saca diez centímetros por lo menos, que tiene el pelo cano y los ojos redonditos, surcos en las mejillas y arrugas de complicidad; se las da sin rechistar.

Mi abuelo siempre que me ve, siempre, lo primero que hace es preguntarme por los estudios. Y alegrarse y decirme que eso que hago está bien. Que está muy bien. Y lo acompaña con unas palmaditas en la espalda. Creo que eso es lo que él denomina orgullo de abuelo. Yo cuando les veo a los dos, lo que siento es orgullo de nieta. Se me pega al corazón cuando me agacho para darle un beso a ella, y un abrazo a él. A ella mucho más largo. Porque ella es pasional. Tiene el corazón mucho más grande que el puño, y debe de pesarle un ochenta por ciento del cuerpo.

Mi abuela come de todo pero nos hace cordero, pollo y patatas cada vez que venimos. Que "catemos" eso que ha hecho. Cocina a fuego lento. Y está bueno porque está hecho con amor, del que te calienta el corazón en invierno y te da un achuchón en verano.

A mi abuela se le olvida mi cumpleaños con más frecuencia que de las veces en que se acuerda, pero es que me da igual. Porque cuando el teléfono suena un veintiuno de noviembre y pone "pueblo" escucho la llamada más cálida, la que más buen rollo transmite y la que más mola. Porque ella mola un mundo. Y porque ella los cumple el mismo mes.

Mi abuela no me pregunta por el novio porque no hace falta, esas cosas las nota ella en su ser tan pequeñito. Pero me dice que traiga a la amiguita de mi hermano, que no se la va a comer. O quizás sí, dice. Y me pregunta a mi que si es buena moza. Y yo le digo que sí.

Mi abuela nació para ser mi abuela y yo nací para ser su nieta. Y para que me achuchara todo el rato. Y para que me dejara dormir en su hombro mientras vemos una peli. Para ponerme nerviosa porque es la última que se sienta en la mesa. Para decirme todo lo que me ha echado de menos estos días. Para decirme que cada día estoy más alta y más guapa. Para tocarme el culo. Para contarme batallitas y refranes.

Mi abuela nació para hacerme feliz.

martes, 30 de junio de 2015

En nuestro retrovisor.

En un hospital se ven muchas cosas.
Mis ojos grandes buscan "nefrología" en los carteles de señales. Pero en vez de verlo, solo veo "capilla" y pienso en todos los que rezan, en todos los que se despiertan en el sofá frío de una habitación desnuda, silenciosa y triste. Y alternan "capilla" y "cafetería" sin más descanso que cerrar los ojos entre suspiro y suspiro.
Veo médicos con batas largas blancas que se pasean con los ojos pequeños y las instrucciones en la boca, muy muy pequeña también.
Veo camillas y veo personas sentadas en sillas de ruedas con la mirada perdida, o con los ojos en mí y la intención de sonreír. Veo angustia en los que hablan por teléfono, temerosos. Veo muchísimos ojos cansados, con "sombras" llamadas "ojeras". Veo surcos en las mejillas y no oigo gritos, pero si huracanes internos.
Veo niños que no comprenden qué hacen allí y que preguntan todo el tiempo por sus madres.
Veo gente pasearse todo el rato de un lado a otro, con la mirada clavada en el suelo, los brazos detrás de la espalda y los ojos preocupados.
Veo gente leer libros que no había visto en la vida y me pregunto si estos hablan de la muerte o la enfermedad. Ojalá no lo hagan.
Veo paredes claras, sillas empotradas, salas de espera abarrotadas y carteles que rezan "se necesitan donantes".
Veo gente trajeada y gente en zapatillas, y es que claro, da igual quién seas porque el hecho de tener un millón en el banco no te libra de sufrir cáncer.
Veo personas con la cita entre las manos, con las manos nerviosas haciendo papiroflexia con las recetas.
Y escucho "me gustaría mucho que me vinieras a ver" de una chica joven, joder, que podría ser yo en un par de años, hablando por el móvil con un pañuelo morado sobre la cabeza. Y veo mi corazón hecho añicos. "Nada nada, no pasa nada. Si quieres puedes llamarme. Pero bueno, sí, sí, ya sé que estás muy liado. Vale. No puedo hablar ahora. Vale. Adiós, te quiero."
Y la señora que tengo al lado, que no le faltan recetas y de todo entre las manos, le suena el móvil. Lo abre y sonríe. "Hola, cariño. Claro, si tú controlas. ¿Ves como iba a salir todo bien? Si tú eres muy espabilada. Vale, bueno, adiós. Muy bien, mi reina. Tú has llegado al límite, corazón. Adiós cariño."
Lo último que veo, aguantando mi corazón en el pecho porque late desbocado de pena, es a mi madre. Que me sonríe. Se ha quitado las gafas y me sonríe con las comisuras levantadas. Tiene el ebook en una mano y el móvil en otra, y arruga los ojos. Está sentada en ese aparato rojo bendito. La gente la mira de reojo cuando pasa por su lado y por el mío. Yo solo les sonrío. Pero cuando yo no miro, mi madre frunce un poco el ceño y baja las comisuras y veo sus ojos brillar. Guarda el móvil y la oigo suspirar entrecortado. Quizá tiene miedo de otro puto diagnóstico.
Lleva las gafas de sol colgadas, el pintalabios rojo, pero un rojo carmín suave, las manos arrugadas y venas marcadas. El pelo echado hacia un lado, blusa, pantalones y sandalias. La cara un poco bronceada y los ovarios más grandes del mundo. Y cuando me mira siempre sonríe. Me sonríe.
Mi madre se sabe todas las plantas del hospital y sabe cuál de los doce ascensores tenemos que coger para ir a la primera, y luego a la tercera planta. Pero duda sobre la acción de medicamentos de nombre largo e indescifrable, y se lo pregunta al médico con toda la calma. Me mira como diciendo, "escucha escucha" y yo lo hago embobada.
"Yo creo que es la carencia de alguna enzima" me dice. Y yo me río. Ay, mamá. Pero siempre sonríe. Pese a que esa enzima maldita le haga perder un tercio del calcio en los huesos. Pero da igual.
Ella me dice "gracias por acompañarme, cariño" y se me cae el alma a los pies. Y al fin del mundo también te acompañaría, joder.
Y yo me pregunto por qué vemos al médico dos veces por semana. Y el inmenso por qué que me ha estado acompañando toda mi existencia. Pero el médico se limita a poner cara de circunstancias y no preguntar. Es el enfermero quién pregunta qué pasa. Bueno, no pasa nada.
"La sonrisa de una madre, eso es felicidad" dice Shotta, y yo no puedo estar más de acuerdo.
Algún día, me gustaría prometerte, todo va a ser diferente. Por ti.

viernes, 12 de junio de 2015

Tan fuerte.

Continuamente pienso que el hecho de estar buscando a mi media naranja es un error. Porque mi media naranja nació dos años antes que yo y desde entonces y hasta hoy no he conocido a nadie que se le parezca. Y probablemente no lo llegue a conocer y he ahí el error de la búsqueda.
Porque no hay nadie que me defienda tan innatamente como él, incluso cuando no le toca.
Nadie que cuando entre por la puerta venga corriendo a ver qué tal el examen.
Nadie que le hable de mí a sus amigas.
Nadie que me de a cada hora un abrazo que me haga sentir llena y que me llene. Como la leche en ayuno.
Nadie que ponga a T. Swift y la imite cantando mientras yo revoluciono a gritos la melodía.
Nadie que admire tanto como yo Los Hombres de Paco.
Nadie que sienta con tanta pasión el amor de Lucas y Sara como lo sentimos nosotros.
Nadie que ponga esa sonrisita tonta cuando sale Michelle Jenner hablando.
Nadie que haya vivido el origen de Crónicas Vampíricas y lo continúe ahora otra vez.
Nadie que haya ejercido con tanta naturalidad como él. Mi mejor pareja de inglés.
Nadie que me coja la mano en una película y juegue a pasar su dedo por mi palma.
Nadie que me ponga la piel de gallina con solo rozarme y nadie a quien le guste tanto hacerlo.
Nadie que vuelva a verse una serie conmigo solo para explicarme las partes extrañas y que yo no me pierda.
Nadie que se descargue películas de disney para verlas otra vez conmigo.
Nadie que me haga pedorretas en el ombligo.
Nadie que me deje dormir en su cama.
Nadie que huela mejor que sus camisetas recién lavadas.
Nadie que se levante a las 5 de la mañana para llevarme a la estación.
Nadie que note tras un mes sin vernos que me he cortado un milímetro del flequillo.
Nadie que me deje los calcetines blancos y me queden gigantes.
Nadie que se levante a las 8 pero que se espere a desayunar hasta las 11 por hacerlo conmigo.
Nadie que me haya regalado un disco de Fran Perea.
Nadie que haya parado a Alvaro Benito por la calle para hacerse una foto con él y me la haya dedicado. Las dos sonrisas más bonitas de Madrid.
Nadie que me achuche a las dos de la mañana y se quede hasta que me duerma, y que al irse, lo haga con un beso.
Nadie que se levante a las 7 solo para abrazarme y darme suerte.
Nadie que me aguante tantas horas diarias.
Nadie que se pique conmigo echando un futbito.
Nadie que me saque a hombros del mar porque en la orilla hay muchas algas.
Nadie que me deje acariciarle la barba cuando está a puntito de dormir.
Nadie que se ponga a bailar conmigo porque no quiere tonterías con el pesado de turno.
Nadie que me diga que soy la puta ama y que se lo diga a todo el mundo.
Y tantos nadie, nunca nadie. Excepto él. Él es ese nadie hecho carne.
Porque mi zumo de naranjas se hizo hace mucho tiempo y él se encargó de que nunca se le fueran, y se me fueran, las vitaminas. Y porque él es la mía diaria.
Cómo diablos se puede quererte tan fuerte.

lunes, 25 de mayo de 2015

A veces.

A veces solo vienes y te tumbas. Te quitas la camiseta y casi sin mirar, te metes en la cama y te tapas.
Y a mi me quema todo lo que no sea abrazarte la espalda, y luego el pecho. Y tu sonríes siempre, justo antes de que te roce. Y me dejas acariciarte y hundirme en ti.
Y todo huele a ti. Todo me envuelve.
Y solo espero a que lleguen las ocho, las nueve o las diez para que entres por la puerta y vengas para contarme tu día. Y luego me increpes para que te cuente yo el mío. Y me digas, "¿vienes?" y antes de que te des cuenta ya esté, como un koala, en tu espalda. Y cada día me doy cuenta de una, o varias cosas.
Que la piel de tu cuello es la más suave del mundo,
más que la de los bebés,
más que pasar la mano por la almohada y que esté fresquita,
más que las camisetas lisas de tejido fino,
más que todo lo que puedas imaginar.
Que tu barba es una maraña de abrazos pequeñitos que escondes en tu barbilla, que me rozan la mejilla todo el rato y que retan a diario a mis dedos. Tu barba es la mejor del mundo también, porque a veces cuando estás muy cansado y me dejas dormir en tu pecho, también me dejas acariciarla, y eso me hace cosquillas en el corazón. Es un bosque en el que no hace falta esconderme porque siempre sabes donde encontrarme.

Y luego me chupas. Siempre lo haces. Me chupas todo el rato mientras yo me cuelo entre tus costillas, mientras las mías se parten de risa. Y siempre, siempre huelo a ti.
Ojalá la gente te diga que tú hueles a mí, que tienes un mordisco en la mejilla que es mío y que tienes una sonrisa tan natural y tan bonita que dan ganas de alguilarte un trocito para quedarse a vivir.

Y joder, que bien me sienta quererte. Más que a nadie en todo el globo terráqueo. Más que Lucas a Sara,
más que Jack a Rose,
más que una madre a su hijo,
más que un guitarrista a su primera guitarra,
más que el Sol a la Tierra.
Si cierro los ojos y pongo la mano en tu pecho tu corazón late tranquilo, pero el mío correrá siempre por si acaso te pierdes, para ir, cogerte de la mano y volver a tu camino. Todos tus pasos son mis alas.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Mujer coraje.

Quizá sea porque hoy era el último día, hoy, por fin, se acababa quedarse hasta las mil con la botella de coca cola en la mesa vacía.
O quizá sea porque hoy tenías que venir a la mente y así lo has hecho.

Solo una persona que ha vivido en sus carnes la dificultad de un proceso puede juzgar y tener cierto conocimiento sobre el mismo. Y la empatía está ahí, cierto, pero hay que saber hacer buen uso de ella.
Gracias a Dios, porque no puede ser de otra manera, recibo el cariño que merece el esfuerzo dedicado durante este corto (aunque interminable) periodo de tiempo, con independencia de los resultados obtenidos, que además, prometen éxito.
Y no solo es cariño, es ese matiz de admiración y orgullo que hace que le brillen a mi padre sus ojitos marrones y se le perfile una sonrisa pícara al sostener sobre sus manos un folio que, según dicen, define mi entrega. Pero unos garabatos en un papel, por suerte o desgracia, nunca serán muestra del esfuerzo o la capacidad de alguien, pues estas son magnitudes inefables e incalculables. Y solo personas como mi padre se dan cuenta. Y solo personas como mi padre dicen, "pero es que tú, además, tienes buen corazón; y además de inteligente eres buena persona."

Y después de escuchar por milésima vez historias felices en las que tú estabas presente, abuela, sólo crecen y crecen mis ganas de tenerte aquí, a mi lado. Y quizá si siguen creciendo te lleguen a donde tú estés y puedas tocarlas. Quizá sea eso lo que ha pasado hoy. Quizá en ese brillo de orgullo de mi padre estabas tú y estaban las historias que te preceden. Tú fuiste la mujer de la vida de dos de los hombres con los que convivo, y solo hay palabras de gloria pegadas a tu nombre.
Cuesta imaginar dónde guardabas el amor, el cariño y la paciencia para soportar y convivir con la persona con la que decidiste casarte, sangre de mi sangre. Sin embargo, no me cuesta imaginar por qué lo dirigías hacia el fruto de ese extraño amor, mi padre; y por qué a él se le llena la boca solo al nombrarte.
Sólo ha hecho falta ver una fecha cercana a esos días tan grises para que aparezcas en su memoria y él haga que permanezcas en la mía.
"Y ella estaría muy orgullosa de ti"; y de ti también, papá.

Qué putada que la vida, que los ángeles tuvieran que reclutarte tan pronto entre sus filas. Qué putada que no me hayas dado ese beso y ese abrazo que se le olvida a mi abuelo, tu marido, darme; y esas palabras de ánimo que a veces necesito.
Por ese "que en paz descanse" que se ha hecho coletilla para el abuelo cada vez que pronuncia tu nombre; por esa foto tuya que aún guarda en su cartera; por esa ternura que debiste causarle incluso a él, por esa capacidad para traspasar su coraza como nadie ha podido hacerlo nunca en su casi siglo vivido; por esas mujeres mayores que me saludan en la iglesia al pasar y esas palabras siempre buenas que hacen que te quiera recordar, por la foto que tiene mi padre en su oficina junto a las mías, porque sí, porque juraría que nos habríamos llevado como deberían llevarse un nieto y su abuelo.
Porque sí, porque hoy has querido ponerte entre nosotros, hoy después de ese 27 de febrero trágico has querido volver a su memoria; hoy te has hecho carne con nosotros.
Donde quiera que estés, yo también estoy orgullosa por lo que fuiste en vida. Abuelas coraje.

viernes, 24 de abril de 2015

Gracias a mí.

Gracias por preguntar por qué. Por interesarte. Por quedarte aunque mañana madrugues y tengas sueño, porque soy yo. Porque no hace falta que te lo pida. Porque te tragas tu orgullo y el mío, porque solo me lo contarías a mí. Porque no harías las cosas que haces conmigo con otros, no les dirías lo mismo que me dices a mí, no infravalorarías lo mío en favor del que no conoces, no podrías irte sin una despedida y no pondrías buenas noches como una maldita costumbre. Porque no me ilusionarías y lo echarías todo por la borda porque tú lo pondrías todo para que saliera bien. Serías, siempre, ese quiero y puedo que tanto cuesta cumplir. No creerías en la suerte ni en días raros ni en fechas que coinciden, no te importarían muchas cosas y por supuesto, y lo más importante, sabrías escucharme aunque te doliera el corazón como si te lo hubieran arponeado muchas veces; serías mi "qué te pasa", más leal que nunca. Tanto como yo.
Solo iguálamelo. Quizá sea el tiempo de empezar a creer en los imposibles.

Quizá todo lo anterior sea justo al revés y por eso quiera gritar(te) tantas cosas. O quizá solo sea hoy, que no has querido escucharme.
Pero joder, nunca he albergado tanto rencor como ahora. Lo que me callo hoy, no lo gritaré mañana, pero es 200% probable que explote con un " hola " dentro de un mes. Es más peligroso que una bomba en la que no sabes que cable cortar, porque en este caso te ha dado igual no tener tijeras y te ha dado igual que yo la estuviera sujetando entre las manos.

Por supuesto, te da igual cómo me sienta yo si no es por algo que sea equiparable a cómo te sientas tú.

Pausa, solo coraje. Yo, me, mí conmigo. A la mierda si tu voluntad se tuerce, mi fuerza vale por todas.

jueves, 23 de abril de 2015

Parece que va a llover.

El miedo muerde más flojito que tú.
A mi también cántame cuando vayas borracho y no sepas bien quién soy. "She's on your mind" como bucle en tu cabeza. En mi oído. El efluvio dulzor del ron y tu garganta ronca, tus manos suaves y tu mirada perdida. Que te muevas en círculos y completes las curvas de mi vestido con tus manos, fuertes y grandes. Me apartes un mechón y lo escondas detrás de la oreja y guardes un par de palabras con él. Balbucees algo en inglés y te rías como un loco. Te coloques bien el puño de la camisa y que nuestros ojos se cierren a la par. Que el corazón me lata tan deprisa que pienses que se acerca un seísmo y te agarres a mí muy fuerte. Y que yo no te quiera soltar...
Que mis manos pequeñas y suaves jueguen con tus brazos, que rodean o intentan rodear los mios. Mis dedos jueguen con el remolino de tu nuca y tú suspires echando la cabeza hacia atrás, dejando al descubierto más cuello del que puedo asumir besar. Más cartílago por descubrir. El lunar de la parte posterior de tu oreja, la cicatriz de la frente; tus manos inquietas que me rodean, el taxi que pita en Princesa, y tu sonrisa otra, y otra vez más.

Ahora sí, cuidado que viene el terremoto y trae compañía. Joder, que va a caer una tormenta que lo va a arrasar todo. No es que vaya a llover, es que van a caer chuzos de punta; el diluvio universal va a caer.

Jueves.

El arte de no ser comprendido por tener una mente que no puede encerrarse en "persona tipo x" es el arte de la revolución. El arte de nadar contra la corriente es el arte de vivir en el mar. La lucha que se sabe ganadora en el primer asalto. Contra el mundo monocolor, absurdo y monótono que se viste de pantalón de traje gris todos los días.

Pero cómo me dices que crees en la revolución si no te pones una sudadera de tío y sales en zapatillas a por una pizza. Pero cómo llevas un north face y odias al capitalismo. Pero cómo te crees que funciona un sistema por apoyar al primer mindundi que presenta un programa utópico y ansía de venganza política, cuando sin llegar a lo más alto tienen que salir del fango.

Si le rezas a Dios cuando tu madre está en la cuarta planta de la Paz mientras Dios se muere de hambre en una esquina del metro.
Pero cómo exiges respeto y libertad de opinión cuando tiras las piedras en los tejados de los que escuchan a Kiko Rivera o los Gemeliers.
Con lo aburrido que sería que a todos nos gustaran The Beatles.

Pero cómo exiges amor, búsqueda de la belleza interna, si eres la primera que te fijas en el rubio de ojos azules que camina por la calle. Amiga, el moreno de pelo rizado te va a hacer más feliz. No se puede ir contra la naturaleza humana, madura.

Que nadie te va a sacar al baile si sigues pensando que tú no eres bonita y te sigues comparando con las doscientas tías con novio. Tranqui, viven presas de un amor de martes por la tarde y de manitas en el Retiro. Que sí, que está muy bien, pero yo siempre he buscado ser libre y apoyarme, como el gorrión que sobrevuela la boina, en la rama de un árbol duro y fuerte, que se quede ahí y no se vaya a ir. Y que yo pueda, y que tú puedas, jugar con las hojas que se le caen, contar las que le crecen. Vivir sin cuerdas.

Pero cómo pretendes no hablar del amor si incluso tú, que piensas que el mundo se pudre y cada día nace más toxico, imaginas correr de la mano del primero que te la ofrezca.
Los tiempos cambian, pero el ser humano no.

lunes, 20 de abril de 2015

Jodida

Picor de garganta, estómago molesto, cabeza inclinada, coleta, temblores, sudores fríos, dolor de cabeza. Como vivir en una posborrachera continua pero sin el efluvio del alcohol. Sin creerte el rey del mundo y sintiéndote esclavo de la vida. Un día más es un día menos, pienso.  Que solo llegue junio salvador y salga de esta espiral caótica que amenaza mi salud con una daga en el corazón. Una daga que muy poquitas personas se atreven a combatir, porque yo lo dejé hace tiempo.
Qué putada volverse débil ante la adversidad.

Cuanto me duele la cabeza de tanto pensar.

domingo, 19 de abril de 2015

Llévame al baile.

Es tan gratificante ser buscado como ser encontrado. Lo es tanto, o incluso más, un "ven, te necesito" o un "dónde estás", o un " y tú?" o cualquier contestación que implique interés y sea recíproco.
Que jodido que nunca lo sea.
Que jodido verte beber y no poder brindar.
Que jodido pedirte la corbata, no compartir un cubata.
Que jodido verte sonreír sin que sea por mí.
No puedes esperar que te saque a bailar entre tanto extraño, ocupe tus hombros y tu espalda con mis manos y tus rizos pequeños con mis dedos si suena electrónica. Si yo no sé bailar. Si te voy a pisar. Si no me vas a coger de la cintura y vas a sonreír, oliendo a whisky de garrafón muy, muy barato. Si no va a sonar nuestra canción porque no la tenemos, si no vas a dejarme un casco o si no vas a decirme cuán de radiante estoy. Si no vas a acercarte y cantar ebrio conmigo. Te lo juro, yo lo haría.
Si entre tanta gente no vas a cruzar una mirada y sin apartala, sonreír a lo lejos. Si no me dices ven.
Buscarte a la 1, las 2 y las 3, ver tu cara de "joder, otros dos que..." pero seguirte igualmente. Buscarte entre tanta gente y vibrar en tu dirección, arder con los ojos.
Ver como te ajustas la corbata y la camisa y le susurras algo que la hace sonreír. Madre mía, no te quites nunca esa americana.
Quererte tantas veces como el corazón me deje. Que el corazón me lata veloz, nervioso, que galope porque te acerques.

Qué jodido es observarte de lejos y anhelar un roce, porque saltarían tantas chispas como para hacerme arder. Si tú eres fuego, a mi no me importa quemarme, ni que tú me veas arder.

Solo espero que en la próxima te des cuenta. Esta la pago yo.

sábado, 4 de abril de 2015

Del castillo más alto de tu reino...

Le he puesto al amor una careta con tu rostro, y ahora, cada vez que miro de frente tengo miedo de que todos sean tú. Y de verdad que ojalá no lo fueran. En verdad, no tienen por qué serlo. Pero claro, no solo hay que atravesar mi coraza para conquistar mi corazón, después de matar al dragón de mi torre hay que transformar, o destransformar al ogro. No sé si cuando se le caiga la careta será el príncipe que yo quiero, pero desde luego sé que no será lo que no quiero, y de momento me vale.
Pero de corazón lo pido, ayúdame a quitarte la careta que no llevas pero que yo te pongo, porque acabaré siendo yo el monstruo que además de sufrir el miedo, lo inflija, y eso sí que es una putada.
El amor debería atravesar todas las barreras, complejos incluidos.
Si aún quieres mirar debajo de mi flequillo, aún puedes; solo mira dentro.

jueves, 2 de abril de 2015

Mi habitación.

Creo que mi habitación es como mi vida, desorganizada siempre. Que por simple pereza no arreglo, mientras entro en otras vidas y en otras habitaciones mucho mejor estructuradas y por supuesto más bonitas. Ante la resignación de tanta gente que, también por pereza, dejan de decirte que la recojas, te acostumbras a una habitación de mierda, a una vida de mierda. Y siempre llega alguien que intenta recoger el calcetín, doblar la camiseta y abrir el balcón para que entre luz, pero también llega tu mal humor y tus ganas de coger todos los papeles y tirarlos al suelo y gritar y seguir viendo como de desorganizado está todo. Y solo necesitas tiempo para hacerlo tú solo, para recoger cada cosa que se ha caído, colocar cada mueble y cada mínimo detalle. Y hacer que la gente quiera entrar a tu habitación y quiera quedarse; no solo joderla aún más.
Y es que el amor o lo que quiera que sea esa mierda, no es ayudar a alguien a recoger su habitación, el amor es enseñarle a esa persona a que lo haga ella sola; o mejor, es hacer que entienda la importancia de tenerla recogida. Y claro, pretendéis algo que es imposible.
Porque a mi me gusta mi desorden la mayoría de las veces, pero igual que los barcos en las tormentas, a veces hay tanta mierda que ni la persona que vive en esa habitación quiere entrar. Y vuelvo a redefinir el amor. El amor es entrar en habitaciones cochambrosas y derruidas y colocar la primera piedra; o yo que sé, desorganizar algo juntos.
Y a veces llaman a la puerta personas que incluso tú sabes que no van a quedarse, que lo hacen por el color de la puerta y la textura del pomo; y lo entiendo, te lo juro, pero yo solo quiero que alguien entre con intención de enseñarme a reconstruir mi vida, o mi habitación. Y sí, el amor es fachada. Nadie querría entrar si mi puerta no fuera del blanco más puro que existe, si mis paredes no fueran rosa salmón.
Pero yo quiero alguien que mire el escudo que nada más entrar se ve y levante la cabeza, se ría con mis zapatillas y trate de ponérselas, se siente en mi silla y vea mi foto con Alvaro, Polo y Pablo; no toque ni un solo boli de mi escritorio, encienda la música para ver qué es lo último que suena; se tumbe en mi cama y coloque la cabeza en el hueco de la esquina del lado derecho y respire y se sienta en casa. Alguien que deje sus calcetines con los míos y su camiseta con mi abrigo. Me invada el cajón de la ropa interior y no se queje de mi desorden.
Porque mi vida es un completo y absoluto desorden, pero no quiero a alguien que me lo cambie y lo deje todo más limpio -porque para eso está mi madre o mi hermano o mi padre- quiero a alguien que ame mi desorden, mi caos, y quiera quedarse a vivir en mi habitación, cerrar la puerta al entrar; y guardar un par de botellas en la mesilla, junto al maldito despertador, para no tener que levantarse por las noches.
Y ya lo decía Pignoise con "En mi habitación", maldita sea; alguien que quiera acompañarme a los conciertos y descubrirlos de mi mano. Alguien que entienda esta letra como yo lo hago.

"Tengo un lugar perfecto 
Donde esconderme y no tener miedo 
Donde inventar un nuevo universo 
Donde comprar un millón de sueños 
Tengo un lugar perfecto 
Donde matar a las pesadillas 
Donde yo pueda sentirme mal 
Allí donde te pueda olvidar 
Con el paso restringido 
Porque estoy allí metido 
Yo… siempre yo. 

Y en mi habitación 
Me paso las horas 
Y en mi habitación 
Ya nada me importa 
Y en mi habitación 
Cuidado que muerdo 
Yo solo me pierdo 
Y luego me encuentro 
En mi habitación. 

Cuando muero de sueño 
Siempre la tengo allí donde quiero 
Siempre tiene los brazos abiertos 
Siempre me guarda un pequeño hueco 
Tengo un lugar perfecto 
Donde esconderme y no tener miedo 
Donde inventar un nuevo universo 
Donde comprar un millón de sueños 
Con el paso restringido 
Porque estoy allí metido 
Yo… siempre yo. "

Siempre yo, en mi habitación.

miércoles, 1 de abril de 2015

Tú, pirata.

Solo un dedo que recorre tímido la uve de mi cadera, de lado a lado. Que eriza mi vello y contiene mi respiración, el susurro de mi sonrisa. Ese dedo que se aprieta contra mi estómago y hace que me llegue hasta el dedo meñique del pie. A ese dedo que le sigue una boca, feroz.
Caricias en el ombligo, con toda la mano, que no consiguen abarcar, ni de coña, toda la piel que ya te sabes. Todos los lunares, que como un mapa del tesoro, buscas insaciable. Lo que no sabías es que tú, pirata, eras el oro de mi isla.

lunes, 30 de marzo de 2015

Sé mi luz.

Aunque las luces se apaguen, aunque el cielo deje de brillar, por favor, tú no lo hagas. Por toda la cera que te den, no te consumas. Que tu vela siempre se alce con el viento, por mí y por mi egoísmo. Pero no te apagues.

sábado, 28 de marzo de 2015

Mis pasos.

La conclusión es la misma para todo, yo, me, mí, conmigo. Primera persona, y perdona, pero siempre en singular. Dejé de lado el plural que siempre había buscado.
Nunca nadie como yo conmigo. No merece la pena si el miedo te atenaza. Te sueltas las cadenas, te levantas, te lavas la cara y caminas. Siempre hacia delante, despacio, como las tortugas, pero para atrás ni para coger carrerilla.
No hay constantes en la vida. Derivarlas, ver como cambian con el tiempo, resulta ser cero. Y es que algunas personas se quedan siendo un cero, pero uno a la izquierda. Y su valor se convierte en peso, y te toca cargarlas a la espalda.
Es ley de vida, dicen. Pero mi vida está en mis manos, y dado que nadie quiere llenarlas con las suyas, yo y solo yo, decido mis pasos. "Se hace camino al andar." "Todos tu pasos son mis alas."

viernes, 27 de marzo de 2015

Yo siempre.

"Y que digan de mí lo que quieran, y quien quiera que venga a por mí, por muchas veces que me caiga al suelo, yo me levanto y sigo aquí. "

Defenderme desde el suelo.
Y si lo rozo un segundo levantarme. Dignidad siempre arriba. Orgullo aún más.
Estar a la altura frente a los que tienen vértigo. No es cuestión de principios, si no de prioridades.
Juzgarme yo, siempre.
Priorizarme siempre.

Que venga quien quiera, lo que sea. Me levanto y sigo aquí, por huevos. Los que por ser mujer echo en la tortilla. Tortilla con patatas, sal y cebolla. Y ahora sal de mi y si te atreves vuelves. Sin llorar, sólo para hacer la tortilla.

Encontrarme y no huir. Decir "me quiero" hasta que el oído sangre de realidad.

Pero sí, que os den mucho por culo y no lo disfrutéis. Corred, avisad a vuestros novios y novias.
Bendita cordura entre tanta locura.

307.

Si dicen que el amor es saltar en el vacío de alguien y creer que puedes volar, tú me cortaste las alas y me pusiste la zancadilla justo antes de coger carrerilla. No fuiste el ángel, si no el demonio. Y joder, la hostia contra el suelo me hizo añicos.
No lloré, te lo juro. Ese día no. Fue el siguiente, el siguiente sí dolió. Y a ese le siguieron muchos más. Noche 307 y me sigue costando no pensarte. No dolerte. Quererte.
Cabrón, te llevaste muchas cosas.
Buscando alguien que me salvara de este caos me encontré a mí, y supe que sería la única que no me fallaría. Y supe entonces que si yo estaba bien conmigo, me importaría una mierda con quien follabas tú. Porque fallar ya lo habías hecho. Y morirme de celos hasta de la letra que lo separa.
Cosido el corazón, cansado de bombear los suspiros. Arponeado sin descanso.

Me tengo a mí, me sobro.

jueves, 26 de marzo de 2015

Tu espalda.

Una carcajada que me estalla en el pecho. Una mano que se desliza tímida bajo mi nuca, y el caos.
Tu espalda que sirve como colchón. Tus omóplatos y la depresión que provocan  cuando se tensan; y redefinir con mis yemas nuevas curvas para tus músculos, apenas notorios. Abrazarte rodeando tu vientre y en el valle de tus caderas posar mis manos. Tus brazos se mueven perezosos sobre mi tórax y me atraen hacia ti, pero muy muy torpemente. Movimientos a cámara lenta, o a cámara rápida. Cosquillas injustificadas, guerras de almohadas.
Que suenen doce campanadas en el reloj antiguo del salón y darte doce besos en el cuello. Que me pongas la piel de gallina con la bajada de temperatura de tus dedos en mi sien, y tus juegos tontos para provocarme.
Que el pecho me lata veloz cuando cierro los ojos en tus brazos y sentir la pausa de tu corazón y tu respiración prolongada sobre mi pelo. Que acabes con mis coletas y en huelga en mi cintura.
Que encuentre tu cuello en la oscuridad profunda de la noche y note su suavidad en tu aroma. La poca resistencia que presenta entrelazar mis piernas con las tuyas y jugar a hacerte nudos en la barba, o notar como me pincha. Que aguantes un minuto quieto y te muevas. Encontrar mi postura pegada, milimétricamente, a tu piel. Saberme cada hueco de tu pecho, de tu espalda y de tu abdomen.
Que vengas a las 3 de la mañana para abrazarme y me des un beso en la frente, o en el flequillo cuando te vayas. Levantarme a las 4 en la madrugada de un viernes sin saber donde estoy, y verte por el rabillo del ojo sobre el flexo. Que me sonrías pese a todo. Que no necesite sábanas ni mantas en invierno si te abrazo.
Quererte 24 veces al día y siete veces por semana. Todos los segundos del año.

lunes, 23 de marzo de 2015

Incluso un Lunes pueden ser buenas noches.

No has dicho buenas noches, ni adiós. Solo un tic azul, y como no, una última respuesta mía. Pero ayer por primera vez escribiste un 'jajajaja' y sonó natural, y luego emoticonos que se enamoraban. Tu "bueno, cambiemos de tema" y mi asquerosa necesidad de soltarte todo lo que te pienso a diario. Pero tú llevaste la iniciativa ayer, y no sé, perdió el Madrid pero fueron buenas noches. Aunque tú no las pronunciaras. Yo las pensé por los dos, te lo prometo.
Tu interés por un "y tú" más que forzado en respuesta a mi que tal, tu incansable e irresistible forma de mirar y sonreír. Yo no sé que pasa por tu cabeza cuando paso yo, pero hasta la última de mis articulaciones se pone nerviosa si me miras. Y me ves.
'Yo, que vivo en una alucinación, no hago caso nunca a la razón pues me guio por el corazón...' No sientes nunca la cabeza, pero si lo haces, te guardo un hueco junto a la mía.

domingo, 22 de marzo de 2015

Un domingo cualquiera.

Y verte en calzoncillos ahí delante, bailando mal pero bailando bien, la música tan alta que no me escuchas reír. El cristal del baño empañado por el vaho, pero a ti te da igual, sigues cantando. Y me tiras del brazo y me das una vuelta, muy torpe, en la que me hago un lío con los pies y tropiezo sobre ti. Pero tú vuelves a incorporarme y cambias de canción.
Me miras un instante, un instante eterno y pones mi canción. No nuestra, mía. Y me miras. Y sonríes pícaro ante mi cara de sorpresa. Sé que odias su voz pero la imitas genial. Haces el tonto y juro no conocer un instante de felicidad mayor. Tú en calzoncillos y yo en bragas, una de tus camisetas y tus calcetines blancos, nos lo estamos pasando genial.
Yo canto en un inglés inventado y tú me miras y dices que eso no existe, pero me dejas abrazarte mientras te lavas los dientes. Te secas el pelo y te alisas la barba, y te echas desodorante; joder, qué bien hueles. Me dejas mirarte mientras haces todo eso, y cuando ves que llevo mucho tiempo sin cantar me haces cosquillas hasta que grito exhausta. La canción se acaba y ahora yo pongo la música. Sé que te gusta. Nos gusta. Me gustas. Me gustas tanto con tu albornoz del Madrid... Tus zapatillas de andar por casa con el escudo, de la talla 45 y tus camisetas enanas... Me gustas tanto...

Feliz.


Libre y en paz. Música en los oídos, tres gotas que caen. Ansias de verano en la piel y en el corazón, ansias de ser feliz todo el rato. Lo demás no importa. Sin prisa, con hambre y con sueño. Con ganas de hacer muchas cosas y con miedo a que se cumplan. Miedo a soñar muy fuerte y que se haga realidad. Soñar despierta a cada instante. Me pierdo en mil pensamientos, todos felices.Estas hormonas... Leches.
Feliz.

domingo, 15 de marzo de 2015

Nuestros viernes.

Nadie para mí como yo estoy para ti, para todos. Nadie tan bueno como yo. Nadie nunca, nunca nadie.
Nadie que al mandar una indirecta, que coño, nadie que sepa sin inderectas qué tal. Nadie que pregunte, de hecho, qué tal. Bueno, quizá tú sólo me pongas un "hoy salgo antes, 7,30 en tu casa?", y menos mal, que al menos tú. Me salvas de mí contigo. Y Madrid, tan bonita de noche, nos hace eco. Y hablas tanto que me dan ganas de hablar a mí. Te lo juro, me olvido de la hora y de toda la gente que pasa desesperada alrededor. Solo pienso en todo lo que tenemos en común... Menos mal que estás, que los viernes quieres estar. Tu " oye, tenemos que celebrar esto" y se nos vaya el santo al cielo y acabemos descubriendo calles y personas. Desahogarse nunca supo tan bien como contigo.
Como cuando hablas mucho, que paras para preguntarme, porque de verdad quieres saberlo. Sienta tan bien... Y solo me apetece salir contigo un viernes porque sé que no lo haces por mí, lo haces por ti; y no, no es para nada egoísta. Pero sácame de casa todos ellos, por favor.
Sales y me dices, "tengo cinco exámenes la semana que viene, pero me apetecía desconectar contigo" y sigues hablando, como si nada. Y coges mi brazo y me cuentas cómo te ha ido desde la última vez, de lo que no te atreves a contarle a nadie.
Este viernes me diste un consejo que yo estaba cumpliendo a la mitad, pero me diste la fórmula para llevarlo a cabo. El resultado, me dijiste, me aliviaría. No sé, no lo he probado pero lo estoy intentando. Y no era un consejo en vano, realmente me estabas dando algo muy tuyo que te servía, y me lo dabas a mí.
Supe entonces, entre patatas y kétchup del mc donals de Sol, que querría recorrer Madrid contigo siempre. Sin ataduras y sin presiones. Que sé que podría contarte lo más profundo sin que tu mirada me juzgase, o yo que sé, quizá lo harías con la verdad en los ojos y eso me aliviaría.
Por mis "saludas a mi hermano un momento?" y que siempre digas que sí con la intención que sé que tienes, y que de hecho yo tengo para ti. Por el vaso de agua en verano, la crema de manos que me pides cuando hace mucho frío, el plátano cuando tienes hambre... La sonrisa que necesito siempre a punto. Qué gusto tenerte, joder.
Por esa foto que se ve mal del estanque del retiro, de la plaza mayor y su tiovivo, de las luces que nos hacen reflejo, de la bola de Navidad en los puestos de Plaza España que siempre buscas, del cubata que aún no nos hemos tomado y del baile que no nos hemos echado. Por esos viernes que saben a verano. Por ti, por ti siempre.

domingo, 8 de marzo de 2015

LSD.

"-¡Pásame esa copa, tío, que va a derretirse!
-Vamos a la playa.
-¿Quién dijo vestirse?

De vuelta a casa, el corazón y el alma piden tregua pero saben que mañana habrá una respuesta. Mensajes de amor en tiempos de guerra.
No hay prisa cuando sale el sol en la mañana de una noche larga, después de las vueltas y el alcohol en tus pupilas el mundo cambia. ¡No hay prisa cuando sale el sol! ¡No! Nos baña de luz y calor, apuramos a caladas robadas al alba el sabor de una vida complicada.

Náusea en el estómago a pasitos cortos, empapado en alcohol pensando en el colchón, se supone que mañana curras a las ocho, ¿cómo es posible que te haya pillado el Sol? Pero no. No hay prisa, te duele el corazón al recordar su sonrisa, te duele con razón, pero no, no hay prisa y vuelves a tu casa con la misma camisa pero con gafas de Sol.
Y el Sol que no avisa, que sale a traición, te da el sermón de una misa, te pega el palizón y aún así no hay prisa y vuelves a tu casa disfrutando la brisa...

Fuerza me da tu voluntad que no se tuerza, cuenta conmigo seguiremos por la cuesta. Y si me desvío dame una bofetada un buen amigo es para todo que no lo sea para nada. Y si me falla la salud Dios nos ayude, hoy le pedimos resistencia y amor. Así que ahora sí, así que comparte, eh, que el Sol está apunto de bañarte en un paisaje increíble."

lunes, 2 de marzo de 2015

Más que ayer pero menos que mañana.

A veces, antes de dormirme, vienes conmigo y me arropas como si fuera la noche más fría de invierno. Te quitas la camiseta, y piel con piel, mi mejilla resopla en tu espalda. A veces pongo la mano en tu pecho y cuento las veces en las que sube y baja en un minuto. No superan las sesenta. Tu corazón palpita con el mío hasta hacerse uno.
A ti te gusta ponerme la piel de gallina, un suspiro detrás de la oreja, tus manos infinitas sobre mi cuello haciendo círculos, y yo como una idiota pego la sonrisa a tu pecho.
A veces, cuando he encontrado la postura perfecta y me acoplo contigo, dices que soy como una lapita que se pega, y te mueves para que te deje respirar. Pero mi pierna ya se ha metido entre las tuyas, y tu hombro huesudo me sirve de almohada. Tú dices que soy como un molde, y yo quiero seguir haciendo bizcocho siempre.

Me revuelves el flequillo y yo tu barba, y a veces me dejas morderla y suspirar cuando te ríes.
Que los días no empiezan hasta que no llegas a las 8 de la uni, cansado y reventado. Y aún así eres mi primer qué tal. Que me tumbo frente a ti y te veo el más guapo del mundo. Y te quiero tanto, a rabiar, que no puedo despegarme de ti.
Que te gusta acariciarme la espalda para hacerme cosquillas, porque yo no las soporto. Y me revuelvo y tú sigues. Y acabo jadeando evitando tus manos morder mis costillas, pero acabo feliz.

Y que sí, que no puedo evitar no nombrarte todos los días entre suspiros. Hablar de ti en todos lados.

Que tus manos me sigan cuidando y tu cabeza siga posándose sobre mi hombro siempre.

sábado, 28 de febrero de 2015

Último día del mes.

Me miras con esos ojitos asustados y sonríes. Si supieras la que llevo encima... Te irías corriendo. Que día más largo sin ti. Que vacío y que sinsentido.

Te pregunto si vienes y tú respondes que mañana. Ayer dijiste lo mismo. El pantalón del pijama te cae tan gracioso... Te cepillas los dientes frente al espejo y dos milésimas de segundo se encuentran mis ojos, y los tuyos. No se rehuyen. Tú lo ves todo fácil, a mi me gusta darle dos o tres vueltas (incluso al cuello) para poder hacerlo. Sonríes otra vez, pero te acabas yendo. Me quedo ahí plantada sin saber moverme. Mis pies no pisan tus huellas porque les vienen grandes. Me has hecho aún más pequeña y tengo vértigo de no llegarte a la altura. Me encojo y me hago bola en la cama. Todo está oscuro...

No sé cómo pudiste acercarte tanto, no sé cómo te metiste tan dentro y revolucionaste todo lo que viste. Te declaraste en huelga y desde entonces mi gobierno se rige por tus leyes. Y ahora, un golpe de Estado me derrumba. Ojalá lo hagas bien y (mi corazón) no salga herido.
Todo patas arriba, joder, que difícil darle ahora la vuelta. Me faltan tus manos. Creo que me voy a quedar así un tiempo, boca abajo. Si no te veo, no me duele.
Respiro fuerte y sin dificultad, pero mis pulmones están cansados de soplar con esfuerzos. Dales un suspiro. Vuelve y no vuelvas a irte. Y si lo haces, no así, desorganizándolo todo. Y encima a medias. No estoy preparada.
No puedo creer ni una sola promesa más, ni una. Son todas mentira. Vanas ilusiones.

Cierro los ojos, respiro y recuerdo. Lo único importante soy yo; tú te acabas de escapar por la comisura de mis ojos.

Último día del mes. No tengo ni para chicles. Tu alquiler está resultando ser más caro de lo que me puedo permitir. Los muebles quemados y todo echo cenizas. Ni fénix, ni nada.
Sigo pensando que tus cenizas prenderían con otro suspiro. Pero me da igual, creo que me he hecho inmune y ya nada me quema. Corazón congelado.

jueves, 26 de febrero de 2015

Filosofía.

Pasotismo cero. Seriedad cero. Preocuparse, también cero. Que los problemas sumen cero, y que el resultado sea una felicidad de muchos ceros.
Que los ceros sean "o" de sorpresa y que te sorprendan todos los días.
Que cada noche busques la rama a la que agarrarte, porque siempre hay un árbol dispuesto. Que tu tronco sea de la mejor madera y que no tenga larvas dentro. Corrupta la madera, corrupto el bosque.

Que la soledad no sea una marca de tristeza y la sea de elección. Que la tristeza no sea una elección permanente y que vivir sea algo más que ser espectador. Vivir como protagonista y no de secundario del papel de otro. Perder los papeles de vez en cuando, cuando solo tengan garabatos absurdos.

Que lo absurdo adquiera sentido en la locura de pensar con el corazón. Que este lata por los que no están y sientas cada segundo su bombeo. Que tu presencia sea una bomba que no puedan desactivar y que tú decidas la hora de la debacle, y la explosión no sea para siempre.

Y que los "para siempre" no se conviertan en "hasta nunca".

Que tu filosofía no se estudie en libros de texto, se viva. Menos ideales, más actitud.

domingo, 22 de febrero de 2015

Sensaciones bonitas de verano.

Verano en los labios, brisa en las zapatillas, tirantes y gafas de sol. Mucho sol. Su luz lo llena todo, y su risa también.
Padel a las seis, piscina a las 7, risas en la playa. Arena mojada en las plantas, cosquillas en la espalda. Noches y madrugadas de peli, pipas barbacoa y helados. Noches de vecinos guapos, muy guapos.

Palas a las 12, paseos hasta y media, lecturas rápidas, sonidos que envuelven. El fluir de las olas. Un chapuzón, jugar con una ola que te hace saltar. Miradas a lo lejos, indiscretas.

Paseos y chiringuitos por la noche. Reír, hablar, respirar fuerte. No hay contaminación, aquí no llega.

Paseos en bicicleta antes de que el sol queme, llegar exhaustos al final de la cuesta y ver el mar. Y el horizonte. Recoger la última gota del esfuerzo bajo el casco, saberte sana. Beber agua y encontrar la gloria. Descender con el viento en la cara. Coger velocidad... Libertad en los pedales. Reír, vivir.

Dormir diez horas seguidas, dormir la siesta. Ver la tele, comer mucho y bien. Comer melón y refrescarte, hacerte un moño y abanicarte. Reír otra vez, sin preocuparse.

Leer en la terraza y escuchar el viento levantar las olas. La marea que sube y baja, el vaivén inquieto de las olas. Ese niño que hace un castillo sin coronarlo, esa niña que se envuelve de arena y se desdibuja en la sombra.

Correr en chanclas y toalla, con el bikini mojado y con la piel de gallina. Correr hacia la ducha con el pelo recogido.
Peinarte con Pereza en el altavoz. Cantar con Melendi...

Hablarte a todas horas y leerte con una sonrisa. Echarte de menos...

Sensaciones bonitas de verano.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Corazón corrupto.

Deudas de amor. Te embargan la casa, y esa casa no es física. Llevo apostando por ti tanto que he llevado a la bancarrota al banco de mis recuerdos, y el último hace mucho que pasó por mi lado, se llevó el único resquicio de amor que dejé en el bolsillo de la chaqueta. Al lado de la cartera. Qué caro me estás saliendo... Como un cheque a devolver; al portamor como diría Melendi.
Tu corazón incorrupto que me corrompe con cada parpadeo...
Tu risa y el eco en mi cuerpo...

Apareces como el antihéroe para salvarme de mí. Apareces sin querer y sin preguntar pero apareces. No pretendes irte, y yo solo quiero quedarme un poquito más cerca.

Y tu corazón puro y blanco, no rojo. Rojo solo el mío. Tu corazón que observa tímido y con los ojos tan abiertos... Así es imposible no ver. Ya solo te busco en los rincones y cuando te encuentro, sonrío sin prisa, sin deber nada. Sin corrupciones. Un aquí te pillo aquí te mato. No de amor, joder. De lo que sea.

jueves, 12 de febrero de 2015

¿Sí o no?

Que sí, que es verdad. Que Romeo y Julieta se quisieron tanto que se creó un mundo paralelo para que pudieran allí recrear tan idílico sentir. Que sí, que es verdad.
No te quiero como Julieta porque nunca has querido ser Romeo, tú no los tendrías para dejarlo todo por mí. Y ahí estoy yo, sola en un mundo paralelo que como tal nunca se cruza con el tuyo. En otra dimensión, en otra realidad. Ni siquiera eso, realidad.
Y que sí, que aún hoy busco tus mares en los suyos, pero los suyos están en calma. Rizos morenos y sonrisa ancha, timidez y calidez. Dime que un día te olvido y me cuelo en su corazón, dime que lo voy a hacer y que él no me va a echar. Sé que no. Dime que me va a dejar entrar.
Que me mira como si fuera la única, como si fuera especial. Me mira y me ve, y me busca con sus ojos marrones. Tan simples como los míos. Que se ríe y todo suena más bonito, y que sus vaqueros le quedan mejor que a ti.
Que sí, que las debilidades no se afrontan tan fácilmente pero me quemé con tu sol, con tanta luz me cegué y desde entonces solo quiero que él me guíe entre tanto ciego. Porque él parece haberse quitado la venda del corazón, los miedos del cuerpo y los 'qué dirán' de los labios. Y desde que lo ha hecho, sólo me apetece susurrarle lo mismo.
Que sí, que me dejes arrancar tu página, no pasar de ella. Cambiar de libro, de tomo y de género. Que tú nunca quisiste leerme y él se muere de ganas por hacerlo. Y sí, empiezo a escribirle a él y no a ti.
¿Sí o no?

lunes, 9 de febrero de 2015

Si te quedas...

Si estás, no te necesito para preguntarme qué tal o por qué. Ni lo necesito ni lo quiero. Solo te pido que estés, incondicionalmente.
Para aguantarme el querer gritar y gritar conmigo, y llorar, llorar mucho hasta no poder más. Para que pongas el hombro para poder desahogarme, y no hablo ahora de lágrimas. Para aguantar cada rabieta y no tratar de hacerme entrar en razón. Para mandarlo todo a la mierda y que ese todo no nos excluya.
Para entenderme mejor que yo porque yo no entiendo nada. Ni de mí, ni de nadie. Para estar, joder. Si no vas a estar para eso no te pido que te quedes, pero si lo haces no falles.

Terriblemente odio ser la esponja y no el jabón, ser la víctima y no el asesino. Es tu cuchillo y tu veneno. Terriblemente cruel es ser tan voluble, de carácter inconstante. El ir y venir, las olas que chocan contra las piedras, así me siento yo chocar contra mi antigua yo. La antigua ni de coña lo estaría pasando así, estaríais en la mierda muchísimo antes, sin necesitarte. Esa ola me está engullendo y sé que se me va a quedar en la garganta, y no me va a dejar respirar.
Ya ves, unos días sí y otros no. Unos días no te vayas y otros te echaría a patadas, para suplicarte que volvieras después.

Lo has dejado todo patas arriba. Ese es mi diagnóstico. Ayúdame a encontrarme para ver por fin que soy yo la que me necesito y que por eso estoy así, tan echa mierda.
Si te quedas, hazlo por mí.

sábado, 7 de febrero de 2015

Nunca será siempre.

Son las 3. No sé qué hago sin dormir, pero es que sigo pensando. No en ti siempre, a veces en mí. Ni contigo ni sin ti. Sin más, porque sí. Y por qué no.
Si estuvieras, quizá no pensaría. Pero sé que como te pienso, no estás. Ni estarás. Ni merecería la pena esperarte. Ni quiero hacerlo. Ni puedo sola.

A veces tú con tu camiseta de Batman. A veces tú en vaqueros. A veces tú con el pelo rubio revuelto. Siempre tú. Déjame hoy ser yo. Yo sin ti. Yo sin quererte ni quererme queriéndote. Yo sí queriéndome.

A veces lo que no entendemos es lo que menos daño nos hace. Lo que pasa es que sí, por desgracia, te entiendo. Como los Pignoise, pero tú no me dejas cuidarte. Que nadie más te cuide. Que nadie más te entienda.
Te prometo que cuando suenan es paz, es alivio y es suspirar en el frío. Ojalá tú me entendieras escuchándolos. Ojalá quisieras entender por qué te entiendo tan bien...
Saca de una vez la espinita que me clavaste en Septiembre. Febril. Déjame ir. Déjame irme, como el verano entonces. Tú te fuiste y desde que no miro el mar, sé que hay siempre bandera roja. Se declaran en huelga las olas por echarte de menos. Yo también. Haz algo pronto.
O vete o vente, Sandra lo decía.
Pero si vienes no te vayas nunca. Nunca.
Nunca será siempre.

lunes, 2 de febrero de 2015

Hogares y personas.

Un tío al que admiro por su filosofía de vida, dijo al término de un concierto, con la gente extasiada: "El hogar no son los sitios, son las personas. Gracias por haberme dejado entrar en vuestras casas." Y es que tenía toda la razón. Tú eras la casa, mi habitación, mis sudaderas desdobladas, el olor a café por las mañanas, el vaho de las duchas a medianoche, e incluso la manta que me abrigaba por las noches. Eras, joder, la llave que abría (y cerraba) las puertas de mi cama; ahora sin pomo. Eras el "a cenar" de mis jueves y el "llegamos tarde" de mis lunes. Tú eras mi hogar, y yo la leña que alimentaba el fuego. Pero un día te dio por ser el agua que se lleva las brasas, el viento que trae la oscuridad. Y nuestras llamas se murieron de hambre, y dejaste de ser mi hogar. Aún tengo tu foto en un marco sobre la chimenea, esperando a tener valor un día y echarla a lumbre, para que arda igual que un día me quemaste a mí. Desde entonces, mi corazón sigue con vendas esperando a que llegue alguien que prometa ser mi hogar y me borre las dudas a soplidos; y mientras tú te quemes en mi nueva casa.

viernes, 30 de enero de 2015

Aún te quiero.

Que yo también sé lo que es no ser el motivo de que sonría, no ser el motivo por el que sueña, no ser, joder, la persona en quien piensa cuando le preguntan si está enamorado.
Yo también sé que no se va a enamorar de alguien como yo lo estoy de él, y sí, yo también sé, al menos hoy, que por mucho que busque sus ojos azules en otros tíos, no voy a encontrarlos tan bonitos. Pero aún así, aunque sé todo lo que le gusta, y sé que yo no estoy en esa lista, aún así le quiero. Y no puedo querer evitarlo. Aunque no se lo merezca.
Aunque lo grite en sueños por las noches.
Aunque sean las 4 de la mañana y siga pensando en él.
Aunque quiera y no pueda sacarle de mi mente y se cuele sin permiso en mi corazón.
Aunque haya dejado una huella enorme y nadie quiera volver a pisar ahí.

Aún por todo por lo que me has hecho, aún te quiero.

La infinidad de tu pecho bajo mis manos.

Mi cabeza sobre tu hombro, arriba, abajo.  Mis manos recorren tu pecho, se hunden en tu esternón, juegan con tus músculos, tan poco marcados que el juego resulta aún más interesante. Mi nariz que roza tu mejilla y se enreda en tu barba. Tu cuello, a medida para mi frente. Entre tus piernas la mía, que se entrelaza terminando el puzzle.
No conozco otro estado de felicidad que así, entre tus brazos. Medir tus pulsaciones por las veces que sube y baja mi mano, sentir tu respiración y acompasar la mía, tu aroma, tan puro y tan tuyo, tan de jueves o de lunes, de invierno, en mi nariz. Es constante. Cerrar los ojos y al abrirlos, ver que no estás. Que solo estás para que me duerma y no tenga pesadillas, pero si te vas me desvelo y te busco, irremediablemente.
Te busco para que vuelvas a acunarme, para que me abraces tú por la espalda. Me calientes mejor que cualquier manta y seas quien caliente mi corazón, helado y destemplado.
Bajo tus manos el mundo es más pequeño y mi cama, o la tuya, más grande. En tu pecho respiro y siento el mar en calma como una noche de verano, y a la vez, como todos los fuegos artificiales lanzados a la vez.
Ay, si supieras todo lo que te necesito. Todo lo que te quiero.

It's 4 am.

jueves, 29 de enero de 2015

Cada día.

A veces pienso en lo que sería conocernos en otro espacio y en otro tiempo. Quizá antes, cuando las fotos salían en blanco y negro, quizá entonces sí hubiésemos tenido futuro. Tú con camisa, y ahora, joder, ahora la llevo yo.

Cada día en la misma esquina y con la misma compañía. Cada día me pregunto qué musica escondes en los cascos, que colonia en el cuello, que pulsera en la muñeca. Cada día me pregunto si eres más mar o de montaña, de día o de noche, de dulce o de salado. Cada día pienso en conocerte y que quieras conocerme, que cambies la esquina de su cadera por la mía, sus altavoces por mis cascos, sus piernas por mis manos. Cada día las noto más grandes y más solas, vacías. No sé quién va a llenarlas y si tiene intención de hacerlo en esta vida, pero de tanto fijarme, sé que el lunar de mi dedo meñique encaja con el tuyo, y que quizá tú seas la pieza del puzzle que me lleva faltando tanto tiempo. Y que quizá, y solo quizá, a tu puzzle le falte la mía.

domingo, 25 de enero de 2015

.

Respirar con dificultad, sentir contener lágrimas en los párpados, dolor en el pecho, el mundo encima. Tú la abrazas y la envuelves, y da igual que nieve fuera, que juro que ella no tiene frío. Tú y tu sudadera, con mi frase favorita; con mi sonrisa favorita.
Tú lo rompes todo con una mirada, esa que no tengo. Te echo de menos, de verdad. Te echo de menos por no poder echarte de más, me pesas horriblemente. Me pesas el alma y me endeudas el corazón.

Odio esto pero no te odio. No quiero verte.

sábado, 24 de enero de 2015

Marea.

En el ojo de la tormenta, no supe estarme quieta y esperar, esperar a que el mar estuviera en calma. Mi mar, mis olas, mis tiburones que huyen de mis peces...
Me golpeé contra las rocas y perdí el conocimiento casi al instante, pero en esa décima de segundo que me concedió la marea, también dudé. Incluso cuando sabía que estaba ya saliendo el Sol y se estaba despejando el mar, la mar, incluso cuando vi a la gaviota volar encima mío, incluso ahí dudé. No voy a dejar de dudar ni a dejar de dudarte. Todo el rato, aún con el agua hasta el cuello, con la soga a punto. Con la patada en la silla.
Y porque dudé, disparé. No te dio, solo te rozó, y tú solo me rozaste. Triste realidad, triste locura.
Tus acantilados siguen muy altos, pero tu mar sigue igual de azul. Azul verde, azul calma. Déjame entrar. Déjame tirarme. Déjame al menos arrancarme el corazón de cuajo y tirarlo a tu mar, y que me deje en paz.
No más ojalás, ni más dudas. Quitámelas todas.

lunes, 19 de enero de 2015

En la boca del lobo.

En la boca del lobo.
Volví a entrar después de haber salido corriendo. Entré por si tú habías dejado de ser el lobo, o yo ya no quería ser Caperucita. Quizá también Ella echa de menos que el lobo la persiga, quizá yo también lo haga y por eso me valgan mil excusas para volver a poner un pie dentro.
Déjame ser víctima esta vez, ya no me gusta ser verdugo.
Déjame, por favor, poner un pie en tu cueva, una luz, una chispa que no prenda.
Si ves que vuelvo a dudar una vez esté dentro, sin empujar, dame la mano. Con un tirón pequeñito me vale.

Sobre colores y personas...

Siempre he pensado que cuando nacemos, lo hacemos pegados a una paleta de colores que esta vacía; y que la vida consiste en llenarla de tantos tonos cromáticos como personas hay en el mundo. Y las personas son los pinceles. Los hay que son grandes, y los hay que son pequeños, con poco para pintar.
Quiero pensar que nacemos con un color integrado a la paleta, el negro. El siguiente que conseguimos es el blanco y después de mezclarlos nos sale un gris pálido, inocente. En los momentos de debilidad, ese gris se enturbia hasta casi el negro y es cuando nos volvemos personas grises. Necesitamos colorear la vida, por típico que pueda parecer.
Cuando conoces a alguien puedes identificarlo con un color, atendiendo a su personalidad. A veces no tiene una explicación lógica dicha asociación, porque a veces es imposible explicar los colores.
He conocido gente verde, muy verde, gente amarilla pollito y gente azul, cielo, mar. He conocido gente que vive vidas monocromáticas y que sus pinceles se han ahogado en negro, y solo emborronan con sus huellas.
Estoy descubriendo como conseguir pintar un poco de rojo en el cuadro de mi vida, porque últimamente los colores que me llegan son muy apagados. No hace más que llover gris, y yo gris ya tengo.
Y entonces conoces a alguien que en su paleta tiene todos los colores, todas las mezclas, y todos los tamaños de pinceles. 'Es justo lo que estoy buscando', piensas.  'Ahora voy a poder hacer mezclas yo también'. Pero igual que vienen, se van, y toca buscar al siguiente pincel antes de que se le seque la pintura y tu cuadro quede insalvable.
Yo necesito, en ese momento de mi vida, una persona que además de ser pincel, además de ser rojo terciopelo, sea clinex y borre todos los manchones negros que crean una estampa pobre. Yo necesito un paraguas de colores para sacarlo en días grises y proteger mi obra. Yo necesito encontrar la fórmula del color de la felicidad, y que nunca se seque o se agriete.
Porque lo que sí sé es que cuando acumulas mucho negro en tu cuadro, sufres el peligro de que ningún color sobresalga encima de él, que ninguna persona se atreva a pincelar encima. Y tengas que echar blanco, encima de los recuerdos, para empezar de nuevo. El blanco para retomarlo desde el principio. Pero esta vez, con cuidado para no emborronarlo todo sin remedio.

"¿Sabes? Me he fijado en que tienes un poquito de rojo en el corazón, ¿te importa si te lo estrujo con cuidado? Prometo colorearlo de nuevo después."

domingo, 18 de enero de 2015

Tú también bailas.

Te pusiste delante del objetivo y apreté el botón del click, pero el único click que escuché sonó dentro, y no de la cámara. La foto salió negra, solo con un punto de luz a la altura de la boca, curvada en sonrisa. La comisura de tus labios se veía roja, roja carmín, y yo no llevaba pintalabios. Entendí por qué no podía verte. Ni tú me verías nunca.
No dejo de buscarte en el objetivo de mi cámara, pero ya me canso de buscar. Y nunca enfoco, y nunca te veo. Nunca, nunca, nunca...

En la pista suena mi canción, y entre tanta gente, bailo. Y me siento muy, muy bien. No veo más allá de dos palmos, no veo quién tengo delante, no veo nada. Todo sigue negro. Escucho gritar, y escucho roces a centímetros. Todo está bien. Escucho la música fluir, sin hacerme daño. No puedo evitar moverme, sin saber como hacerlo. No puedo evitar fijarme en que tú también lo haces, en mi más corta distancia. No puedo no verte, sabiendo que tú sí me ves. Un paso atrás, por dos tuyos hacia delante. Tú bailas, yo bailo; todo está bien.
Acabas en mi oído, pidiéndome otro baile. Ahora suena tu canción, y te ríes. Me acerco como Ícaro al Sol, sin alas. Sigo sin verte la cara, todo sigue oscuro. El último baile, pienso.
Y en un segundo te veo. Sé quien eres. Te he visto antes. Cierro los ojos y bailo, con las caderas ocupadas. Con las manos ocupadas. Menos mal, tú no llevas carmín, y hoy sí me los he pintado.

lunes, 12 de enero de 2015

Sobre catarros que congelan...

Con un catarro enorme del que no puedo salir. El amor a veces también es eso, a lo grande. Que dura tanto como tú quieras ponerle, que depende de factores externos, que necesita de tus clinex y tus tilas, de tus manos y tus días.
A veces también el corazón coge frío y bombea sangre de forma desigual. Forma trombos pequeñitos, supura. Necesita una mantita. Y yo también. No se a qué coño esperas para traerla, de verdad. Un frío que ni en el Polo, un frío que no han registrado en la tele, un frío que me está partiendo. A la mierda las segundas oportunidades, tú solo ven, y haz que volvamos al verano. Vivir en tu "verano moral", en tu calor corporal.
Tú, tan de camiseta en Diciembre y yo tan de sudadera en Abril. Que cuando llueve me escondo y tú corres. Que cuando nieva me cubro hasta las cejas y tú me tiras bolas. La última me ha congelado un pulmón, y desde entonces ya no respiro igual. Lo hago a plazos, incluso pago.
Se me acaban los clinex incluso cuando no estoy acatarrada, se me acaban las excusas, los por qué. Se me acaba la paciencia. Tú te acabaste antes que yo y me dejaste pudrirme en un invierno eterno, te llevaste mis mantas, arrasaste con todo. Fuiste ese huracán, que ya no tenía nombre de mujer, que provocó más mutilados que muertos. Quizá deberían llevar tu nombre todos los desastres. Los naturales también.
El mío lleva hasta el apellido y cuando preguntan, sé que no te conozco. Sin hacerlo me has dejado una huella que ha fosilizado y dime tú cómo la borro. Dime como hago para querer borrarla.
No te creas, estoy aprendiendo a usar la goma, y los restos que quedan, los recuerdos que me quedan, se van perdiendo y ya duelen menos. Uno de menos, tres de más. Una por ti y otra por ti.
No te olvides de brindar por mí.
Salud.

viernes, 9 de enero de 2015

Perdona, ¿tiene papel?

Los hay que vuelven al lugar del crimen, pero con otros testigos. ¿De ella también piensas deshacerte cuando el tiroteo acabe?
Solo el asesino vuelve...
Supuran las heridas de la bala que entró, salió y te persiguió. A ti solo te rozó, por eso vuelves, para acabar lo que empezaste. Solo un cabo suelto en tu lista interminable. Puse toda mi tinta en la pluma que solo sabía escribir 7 letras seguidas, las tuyas, y que ahora solo hace borrones y manchones. Ella también supura.
Encontraste la manera de escribir para siempre en mi lista, rellenar todas las páginas; pero te pusiste a arrancar hojas como un loco gritando que no me querías. Que era precipitado. Llorabas mientras lo hacías. Guardaste tu pluma, que explotó, en el bolsillo izquierdo, pegado el corazón; y desde entonces tú también lo tienes manchado.
Ningún tipp-ex, por obseso que te vuelvas en buscar, puede borrarte mi huella. Ningún polvo puede borrar un te quiero. Lo siento, yo no voy a salir de aquí solo para que acabes lo que un día sí tuviste huevos para empezar.
Espero el momento adecuado para apuntar, dispararte. Borrarte de una vez y pedirle papel y boli a alguien otra vez.
No te va a dar tiempo a matarle, lo siento.
Otro lo siento, pero que te den por culo. Nunca vas a encontrarme.

"Perdone, ¿tiene papel?
Fíjese, se me acaba de perder el último bolígrafo que tenía. Una pena.
Ese del bolsillo de la camisa me vale, sí.
¿Un café? Por supuesto."

jueves, 8 de enero de 2015

Tintas invisibles.

Una hoja en blanco. Otro corazón en blanco. Otra mente en blanco. Y otro, y otro más.
Desde que te llevaste la tinta invisible, nadie atina a grabarme sus iniciales en el corazón. Nadie quiere cosérmelas. Nadie quiere pintarlo de rojo y darle un poco de vida.
Nadie quiere sacarlo a bailar, hacerlo bombear. Nadie quiere escribir algo bonito que lo haga acelerarse, nervioso. Nadie quiere decir "nunca nadie" y cantar conmigo.
En contra de los absolutos, de los siempres y los nuncas que nunca, vaya, se cumplen; voy a añadir el nadie.
Creo firmemente que Nadie se ha equivocado de parada, que no ha cogido mi tren. Avísame en cual te bajas, y súbete al mío, que va haciendo escala en estaciones desiertas buscando el rastro de tu tinta invisible.
A veces los bolis tampoco me escriben, a veces se me olvida escribir, y solo recuerdo en bucle las letras de tu nombre. A veces, pero sólo a veces, me gusta rodearlas con tinta roja, de esa que falta en mi corazón marchito, y colorearlas con granate. Pero nunca encuentro tinta de ese color. Solo dejaste el negro... Y ahora todo, pintado tan oscuro, empieza a perder sentido. Necesito tu paleta de colores y tus juegos de niño para mancharme con acuarelas.
Mánchame un poco el corazón, pero esta vez sí que no juegues. Ya no lo tengo a todo riesgo.
Necesito que pintes mis días de colores y me saques de este gris tan tan tan negro.

miércoles, 7 de enero de 2015

Estoy aquí.

No sé lo que cuentan sobre hospitales, los físicos, esta vez. Yo no tengo mucho que contar, gracias a Dios. No sé si el ambiente es el que se figuran una vez allí, que todo huele a látex sin usar, a gasas recién abiertas y a analgésicos. No huele a miedo, ni a temor.
No sé donde encontrarte ni aún con instrucciones. Vengo con el corazón en la boca, y la gotita en la frente. Sé que estás bien, que me estás esperando. Ya estoy aquí, tranquila.
Ascensor 5 directo a tus manos.
Tampoco te dicen que preguntar en un hospital es preguntar con dudas en la boca, y tensión en la garganta, con los ojos intranquilos esperando a que algo pase. Pero lo único que pasa es que te contestan con toda la humanidad posible y con gestos incomprensibles. Aguanta un poco, ya estoy llegando, me digo.
Sexta planta.
Cinco pasillos laberínticos más, estamos en la puerta de tu habitación. Blanca impoluta. Me arreglo el pelo sabiendo que aunque entrara nada más levantarme, me dirías lo guapa que estoy. El manillar cede a mi presión y solo veo una cama, y una señora que no eres tú, ni de lejos. Y un hombre que no conozco ni lleva bata blanca.
Taquicardias incompresibles. "Aún no ha subido". Esperas horribles, matando minutos que no me dejan verte.
Dos toques en la puerta, y un enfermero que entra. "Me duele", dices. Tu manta hasta arriba, un hola que no me sale. Un beso eterno. Un olor que no es el tuyo. Tú hueles a casa, y ahora a hospital. Labios muy cortados -que enseguida te hidrato, con el corazón muy encogido- y un atisbo de sonrisa a bromas forzadas. No sacas las manos y apenas abres los ojos. Da igual, sé que sí me ves.
Muecas de dolor que me duelen a mí, y a él. Quiero coger tu mano, pero me conformo con tu brazo. No dices nada, yo tampoco. Te miro. Tu corazón me mira. Se me atraganta un "qué valiente" pero el orgullo lo saben hasta los vecinos.
Estoy aquí, tranquila.

Todos de blanco. Muy, muy armónico, y desconcertante. Cruzo caras de cansancio, miradas que expresan lo que el dolor no puede llevarse.
Creo que los hospitales también huelen a esperanza desde que les haces una visita.
Si la vida me lleva por aquí, voy a cogerle la mano a cada paciente como a ti hoy; aunque nadie tiene una sonrisa tan bonita como la tuya.