jueves, 2 de abril de 2015

Mi habitación.

Creo que mi habitación es como mi vida, desorganizada siempre. Que por simple pereza no arreglo, mientras entro en otras vidas y en otras habitaciones mucho mejor estructuradas y por supuesto más bonitas. Ante la resignación de tanta gente que, también por pereza, dejan de decirte que la recojas, te acostumbras a una habitación de mierda, a una vida de mierda. Y siempre llega alguien que intenta recoger el calcetín, doblar la camiseta y abrir el balcón para que entre luz, pero también llega tu mal humor y tus ganas de coger todos los papeles y tirarlos al suelo y gritar y seguir viendo como de desorganizado está todo. Y solo necesitas tiempo para hacerlo tú solo, para recoger cada cosa que se ha caído, colocar cada mueble y cada mínimo detalle. Y hacer que la gente quiera entrar a tu habitación y quiera quedarse; no solo joderla aún más.
Y es que el amor o lo que quiera que sea esa mierda, no es ayudar a alguien a recoger su habitación, el amor es enseñarle a esa persona a que lo haga ella sola; o mejor, es hacer que entienda la importancia de tenerla recogida. Y claro, pretendéis algo que es imposible.
Porque a mi me gusta mi desorden la mayoría de las veces, pero igual que los barcos en las tormentas, a veces hay tanta mierda que ni la persona que vive en esa habitación quiere entrar. Y vuelvo a redefinir el amor. El amor es entrar en habitaciones cochambrosas y derruidas y colocar la primera piedra; o yo que sé, desorganizar algo juntos.
Y a veces llaman a la puerta personas que incluso tú sabes que no van a quedarse, que lo hacen por el color de la puerta y la textura del pomo; y lo entiendo, te lo juro, pero yo solo quiero que alguien entre con intención de enseñarme a reconstruir mi vida, o mi habitación. Y sí, el amor es fachada. Nadie querría entrar si mi puerta no fuera del blanco más puro que existe, si mis paredes no fueran rosa salmón.
Pero yo quiero alguien que mire el escudo que nada más entrar se ve y levante la cabeza, se ría con mis zapatillas y trate de ponérselas, se siente en mi silla y vea mi foto con Alvaro, Polo y Pablo; no toque ni un solo boli de mi escritorio, encienda la música para ver qué es lo último que suena; se tumbe en mi cama y coloque la cabeza en el hueco de la esquina del lado derecho y respire y se sienta en casa. Alguien que deje sus calcetines con los míos y su camiseta con mi abrigo. Me invada el cajón de la ropa interior y no se queje de mi desorden.
Porque mi vida es un completo y absoluto desorden, pero no quiero a alguien que me lo cambie y lo deje todo más limpio -porque para eso está mi madre o mi hermano o mi padre- quiero a alguien que ame mi desorden, mi caos, y quiera quedarse a vivir en mi habitación, cerrar la puerta al entrar; y guardar un par de botellas en la mesilla, junto al maldito despertador, para no tener que levantarse por las noches.
Y ya lo decía Pignoise con "En mi habitación", maldita sea; alguien que quiera acompañarme a los conciertos y descubrirlos de mi mano. Alguien que entienda esta letra como yo lo hago.

"Tengo un lugar perfecto 
Donde esconderme y no tener miedo 
Donde inventar un nuevo universo 
Donde comprar un millón de sueños 
Tengo un lugar perfecto 
Donde matar a las pesadillas 
Donde yo pueda sentirme mal 
Allí donde te pueda olvidar 
Con el paso restringido 
Porque estoy allí metido 
Yo… siempre yo. 

Y en mi habitación 
Me paso las horas 
Y en mi habitación 
Ya nada me importa 
Y en mi habitación 
Cuidado que muerdo 
Yo solo me pierdo 
Y luego me encuentro 
En mi habitación. 

Cuando muero de sueño 
Siempre la tengo allí donde quiero 
Siempre tiene los brazos abiertos 
Siempre me guarda un pequeño hueco 
Tengo un lugar perfecto 
Donde esconderme y no tener miedo 
Donde inventar un nuevo universo 
Donde comprar un millón de sueños 
Con el paso restringido 
Porque estoy allí metido 
Yo… siempre yo. "

Siempre yo, en mi habitación.

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