Son las 3. No sé qué hago sin dormir, pero es que sigo pensando. No en ti siempre, a veces en mí. Ni contigo ni sin ti. Sin más, porque sí. Y por qué no.
Si estuvieras, quizá no pensaría. Pero sé que como te pienso, no estás. Ni estarás. Ni merecería la pena esperarte. Ni quiero hacerlo. Ni puedo sola.
A veces tú con tu camiseta de Batman. A veces tú en vaqueros. A veces tú con el pelo rubio revuelto. Siempre tú. Déjame hoy ser yo. Yo sin ti. Yo sin quererte ni quererme queriéndote. Yo sí queriéndome.
A veces lo que no entendemos es lo que menos daño nos hace. Lo que pasa es que sí, por desgracia, te entiendo. Como los Pignoise, pero tú no me dejas cuidarte. Que nadie más te cuide. Que nadie más te entienda.
Te prometo que cuando suenan es paz, es alivio y es suspirar en el frío. Ojalá tú me entendieras escuchándolos. Ojalá quisieras entender por qué te entiendo tan bien...
Saca de una vez la espinita que me clavaste en Septiembre. Febril. Déjame ir. Déjame irme, como el verano entonces. Tú te fuiste y desde que no miro el mar, sé que hay siempre bandera roja. Se declaran en huelga las olas por echarte de menos. Yo también. Haz algo pronto.
O vete o vente, Sandra lo decía.
Pero si vienes no te vayas nunca. Nunca.
Nunca será siempre.
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