miércoles, 1 de abril de 2015

Tú, pirata.

Solo un dedo que recorre tímido la uve de mi cadera, de lado a lado. Que eriza mi vello y contiene mi respiración, el susurro de mi sonrisa. Ese dedo que se aprieta contra mi estómago y hace que me llegue hasta el dedo meñique del pie. A ese dedo que le sigue una boca, feroz.
Caricias en el ombligo, con toda la mano, que no consiguen abarcar, ni de coña, toda la piel que ya te sabes. Todos los lunares, que como un mapa del tesoro, buscas insaciable. Lo que no sabías es que tú, pirata, eras el oro de mi isla.

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