Con un catarro enorme del que no puedo salir. El amor a veces también es eso, a lo grande. Que dura tanto como tú quieras ponerle, que depende de factores externos, que necesita de tus clinex y tus tilas, de tus manos y tus días.
A veces también el corazón coge frío y bombea sangre de forma desigual. Forma trombos pequeñitos, supura. Necesita una mantita. Y yo también. No se a qué coño esperas para traerla, de verdad. Un frío que ni en el Polo, un frío que no han registrado en la tele, un frío que me está partiendo. A la mierda las segundas oportunidades, tú solo ven, y haz que volvamos al verano. Vivir en tu "verano moral", en tu calor corporal.
Tú, tan de camiseta en Diciembre y yo tan de sudadera en Abril. Que cuando llueve me escondo y tú corres. Que cuando nieva me cubro hasta las cejas y tú me tiras bolas. La última me ha congelado un pulmón, y desde entonces ya no respiro igual. Lo hago a plazos, incluso pago.
Se me acaban los clinex incluso cuando no estoy acatarrada, se me acaban las excusas, los por qué. Se me acaba la paciencia. Tú te acabaste antes que yo y me dejaste pudrirme en un invierno eterno, te llevaste mis mantas, arrasaste con todo. Fuiste ese huracán, que ya no tenía nombre de mujer, que provocó más mutilados que muertos. Quizá deberían llevar tu nombre todos los desastres. Los naturales también.
El mío lleva hasta el apellido y cuando preguntan, sé que no te conozco. Sin hacerlo me has dejado una huella que ha fosilizado y dime tú cómo la borro. Dime como hago para querer borrarla.
No te creas, estoy aprendiendo a usar la goma, y los restos que quedan, los recuerdos que me quedan, se van perdiendo y ya duelen menos. Uno de menos, tres de más. Una por ti y otra por ti.
No te olvides de brindar por mí.
Salud.
lunes, 12 de enero de 2015
Sobre catarros que congelan...
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