jueves, 13 de agosto de 2015

Cosquilleo.

Llegar a casa es discutir con mi madre por teléfono porque me echa de menos y en el momento de llegada se le olvide todo para darme un beso. Que mi abuelo sonría cuando me lo encuentro en la cocina y me pregunte que qué tal.
Pero sobre todo, llegar a casa es escuchar la puerta de entrada cerrarse y correr para verle. Y que se esconda y me meta un susto y yo solo le abrace. Después de cuatro días. Después de abrazarle con su cabeza en mi ombligo, él sentado en la cama y yo de pie, a las cinco de la mañana, y el beso en el pelo. Y que cuando llegue él se ría fuerte mientras me llama y me envuelve. Eso es llegar a casa. Mi hogar.
Me llena el corazón cuando le digo que se tumbe y a la primera ya está en su lado de mi cama esperando a que le abrace. Que lo primero que haga, incluso antes de hacerme cosquillas, sea ponerme la piel de gallina soplando en mi cuello. Y que sea instantáneo. Y que me diga "no ha cambiado nada", y note su emoción y su alegría al hacerlo.
Y que me cuente de forma resumida sus últimos días, que se tumbe a mi lado para contármelos. Es su forma de decirme que me echa de menos. Y yo lo sé. No nos hace falta decir "te quiero" para demostrar nada, porque sobran las palabras.
Y que me diga que si le he echado de menos por teléfono. Antes de llegar. E imaginarlo con esa carita medio afeitada y su media sonrisa, y sus ojos grandes color café. Ay.
Y que me diga "friego y nos tumbamos", y me deje en su cama, como si fuera la rutina más guay del mundo. Y que ésta huela a recién puestas. A él, un poquito a él. Que me espere mientras me lavo los dientes porque me ha dado antojo de drácula de madrugada. Le quiero todo el rato, joder.
Que me enseñe "las chicas que son muy sociales" pero que yo le diga que no, que solo le tiran la caña. Y él no lo ve, eso es lo más bonito. Que me cuente cosas de sus amigos y pensar que yo le querría como amigo también. Y como persona favorita también. Que me cuente que ha ido a ver a una chica con cáncer al hospital, y "se me han puesto los pelos como escarpias al ver que andaba con la prótesis, me he emocionado y todo". Y yo le quiero a reventar.
Que me diga que está buscando los apuntes de este año para dejarlos a sus amigos, "ovejitas descarriadas". Porque él es el tío más bueno de la faz de la tierra.
Que me enseñe conversaciones con su novia y se ría conmigo de lo que dice. Esa mirada de complicidad.
Que me cuente que se siente desplazado porque yo me llevo el cariño de todos mientras que a él no le defiende nadie. Y se pone tonto mientras lo hace, y claro, yo sólo me derrito y le beso hasta que no puede más.
Que juegue conmigo a adivinar canciones. Las canciones que a mí me gustan, porque sus gustos y los mios son tan parecidos que le gusta descubrir mi música. Y que yo ponga los primeros segundos de "te entiendo", pare le canción antes de que suene la voz y le diga "¿sabes cómo empieza?" y él responda, apenas sin afinar, "puede que esto dure tanto como una noche lunar". Y siga a lo suyo como si yo no me hubiera derretido. Como si no hubiera cantado Pignoise para mí. Y que luego me diga que un concierto de ellos ahora no, pero que ya se vería.
Que sea la persona con la que menos vergüenza tengo para cantar y bailar. Que cante siempre con él. Que él me saque a bailar. A bailar mal, a saber quién peor.
Ese cosquilleo cada vez que roza mi cuello y yo, a la vez, lo intento con el suyo y le regalo un chupetón instantáneo. Que me chupe a todas horas, y diga "ups, perdón, sin querer" y ponga la carita de buenazo que le sale.
Que me deje morderle la barba y él se vengue con mi flequillo.
Que beba ron con cocacola siempre conmigo, que controle cada gota, que no se junte con chusma y que se levante pronto para irse a dormir a mi cama. Que cuando yo no estoy en casa y estoy de viaje, duerma en mi cama. Llegar a casa y ver las sábanas echas un burruño y él trate de explicar por qué duerme ahí.
Y que yo piense que cuando él no está, su habitación es mi bote salvavidas.

Que me haga la persona más feliz del universo.

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