sábado, 1 de agosto de 2015

Algunas noches tontas.

Por las noches pienso que si existes y vives en mi misma ciudad puedas estar haciendo lo mismo que yo. Dar vueltas en la cama para despegarte del calor mientras esperas a que el móvil suene y que sea la persona adecuada la responsable. Y entonces me pongo nerviosa porque sí, podrías estar haciendo justamente eso. Y entonces pienso en si te gustaría compartir costumbres con alguien que se acostumbra fácil. Si te gustaría compartir miedos antes que cama. Si te gustaría quedar antes que hablar, leer un libro antes que ver una peli, el jazz antes que la bachata, el ron antes que el whisky, la coca cola antes que cualquier otro refresco, las películas de risa antes que las de miedo, el fútbol en un bar antes que en casa, la playa antes que la montaña, y todas esas cosas insignificantes que hacen en sí su propio significado.
Pasear por la playa por la noche porque así no vemos nuestras huellas.
Entrar en un pub con música en directo en vez de en una discoteca ratonera.
Leer por la noche.
Comer helado de madrugada.
Pararte en medio de una calle abarrotada de gente y sentirte libre.
Algo así.
Y sí, puede que a mi sí me apetezca hacer algo así contigo.

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