martes, 23 de diciembre de 2014

Sal.

Quizá tu también te merezcas esto, y te merezcas sentir un vacío enorme en el pecho. Un agujero negro que arrase con todo. Quizá tu también has de sentir algo así, porque entonces tu rutina podrá empezar a ser un poquito diferente. Necesito que cambies de una vez sin que cambies lo bueno de mí. Lo estás arrasando todo y necesito que dejes de hacerlo, por favor.

Si vuelvo a leer tu nombre en un cuaderno, si vuelvo a escuchar tu nombre en otros labios, si vuelvo a verte reír ajeno a mí, me voy a volver loca. Deja de estar tan cerca, porque te siento demasiado lejos. Deja de correr detrás de todas, de seguir un ritmo de vida que no es el tuyo. Déjame seguirte, pisando tu sombra y tus pies al bailar. Llévame a un baile. No te alejes tanto, porque me duele otra vez el pecho.

Segundos platos nunca fueron buenos. Segundas oportunidades que amenazaron con ser peores. Platos que parecen postres y postres que son cafés, la copita de más de los sábados por la noche. Noches muy usadas...
Y es que yo también estoy harta de ser siempre el segundo, no soy ni el pan, ni el postre ni el agua, joder. Soy tu puto primer plato, o eso, o te juro que no quiero ser nada. No es justo que solo me necesites unos minutos cuando yo lo hago todo el tiempo. ¿Ves? Tienes esa costumbre de coger lo que quieres y cuando quieres de mí, pero eso era antes, porque has arruinado lo bueno que tenía. Y ni siquiera lo has aprovechado. Te llevas la mierda de otro y la camuflas con mis flores, pero lo siento, no van a crecer más. Nunca más. Nunca nadie que las riegue, que las cuide.
El anhelo de un te quiero a las tres de la mañana; no quiero excusas ni por qués, solo te quiero ahí incondicionalmente. Sin preguntas. Sin explicaciones. Sin mentiras, por favor.
No entiendo por qué aún no te has ido, por qué aún vuelves ocasionalmente para derribar mis muros y dejarme desprotegida cuando te vayas, tan
vulnerable...

El agua caliente borra los surcos fugaces en mis mejillas, y me hago un ovillo en la ducha. No tengo por qué fingir allí nada. Me resbala en la piel y se lleva mis impurezas y las tuyas, y limpia las heridas, constates en mi pecho. Solo corre entre mis dedos, corre y recorre cada lunar como tú nunca lo harías, ni lo harás.
Deja de entrar cuando quieras a partirme el corazón a trozos, deja de estrujarlo sin mirarlo, sal de una vez de mí y sácame de ti.
El frío me cala los huesos porque de el corazón te has encargado tú. Sigues demasiado dentro, sin dejarme una opción, un resquicio de huida. Llueve y me empapa otra vez, sin permiso. ¿Por qué tiene que colarse tan dentro? ¿Por qué tenías que hacerlo? O sales de mí, o voy a tener que sacarte yo.

Si estás tratando de colarte entre mis huesos, ya no hay sitio. Ya no me cabes dentro. Si la respuesta no es la huida, joder, dame una respuesta válida de una vez y deja de salir corriendo al menor desequilibrio, estoy cansada de andar por tu cuerda floja. Ya no tengo tus colchonetas ni tu red por si caigo, y si lo hago, sé que me va a absorber. Solo necesito un motivo para seguir haciendo equilibrios sobre ti, pero te prometo que si sigues moviendote tanto, al final me voy a caer. Echame una mano, y que no sea al cuello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario