Nunca decidí quedarme, pero tampoco quise irme.
No querías que me fuera, pero tampoco que me quedara; y yo estaba (y estoy) ahí sin un por qué. Nunca decidí quedarme a vivir cerca tuyo, simplemente lo hice, y lo hago -surgió por instinto, y ya ves, sigo aquí-. Cada uno elige su supervivencia, yo prefiero desperdiciar la mía contigo. Hay días que una mirada basta para decir lo que ni tú ni yo nos atrevemos a decir. Tú nada, por supuesto.
Un pasillo, unos metros, mis ojos que buscan con tristeza los tuyos. No te encuentran, no consiguen sumergirse en tu mar de color azul claro.
Te lo prometo, tienes el color de ojos más bonito que jamás llegué a imaginar. Ojalá ella también se dé cuenta.
Y naufragar en tus islas perdidas, perder el norte en el límite de tu espalda, repasar cada una de tus curvas hasta olvidarme de por qué te quiero. Apoderarme de tu corazón y enseñarte a no jugar con el mío. Leerte poesía por las noches, cantarte por el día. Gritar afónica que no puedo olvidarte y que tú susurres que no quieres que lo haga. Perderte en mis sueños y encontrarte en mis pesadillas. Recorrer tus hombros con mis dedos, besar tu clavícula. Respirarte entre los huecos del pecho, llenarme los pulmones de ti. Que me enredes el pelo y enredarme en ti. Chocar tu corazón y el mío en una milésima de segundo hasta fusionarlos y hacer que lata por los dos; con un ritmo constante. Esperaba que tú también fueras esa constante en mi vida. Quererte como nadie pudo imaginar hacerlo. Cerrar los ojos y seguir viéndote, sonreir y suspirar.
Ahogar la rutina en un vaso de agua, ahogarme entre tus brazos y perder el conocimiento en el límite de tu sonrisa. A ti siempre te ha gustado vivir al límite, y a mí enganchada a tu comisura. Si dejaras de sonreír, me caería en un pozo sin fondo, sin luz y sin nada. La nada más absoluta.
Sentir tu respiración por la noche, el amanecer de tu cuerpo y el mío. Perder la cordura entre tus manos y tu locura entre las mías. Hacerlo todo sin pensar, sin pensarnos mucho.
Dolernos en la distancia y querernos en la cercanía. Matarme en tu pecho; convertirlo en fuente única de inspiración, conocimiento y fortaleza. Vivir entre tus sábanas y tus camisetas dobladas, tus videojuegos y tus vasos, tus problemas y tus 'paso'.
Debilitarme por tus caricias y envalentomarme con tus juegos. Susurrarle a tu alma que el diablo me ha tentado pero que ya estoy vendida.
Hipotecar mi vida y anclarla a la tuya, con una cuerda que recorra hasta la última de tus células.
Reír contra tus mejillas de las cosas más absurdas. Suspirar en tu frente y que me tengas en mente, para siempre.
Quererte sin prisa y sin pausa, sin por qués ni causas.
Quererte al revés, vivir un traspiés.
Quedarme a vivir en ti, que tú tengas sed de mí.
Por eso, nunca decidí quedarme, pero tampoco quise irme.
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