"No hay prisa, te duele el corazón al recordar su sonrisa, te duele con razón y aun así no hay prisa; y vuelves a tu casa con la misma camisa pero con manchas de ron"
El infierno de tus ojos llamea a distancia. Ínfima, pero la suficiente como para quemarme. No existen salidas de emergencia en el piso de tus recuerdos, y me temo que estaré estancada aquí para siempre. Espero que siempre no tarde mucho en llegar. Sigo esperándote.
Tus pasos hacen crujir el suelo con un sonido sepulcral. Respiro hondo. Tomo aire y cojo fuerzas. Te miro un segundo y te desvaneces ante mí, o ante ella; no me acuerdo.
Recuerdo sentir frío en el corazón, un frío que ralentizó mis latidos hasta el mínimo y necesario movimiento. Cuando la capa escarchada empezó a recubrirlo lo sentí en paz. Quizá si no sienta no duela. Quizá si no duela, no te quiera.
No hay prisa, no me he puesto un tiempo para dejar de hacerlo. Sigue doliéndome, sigue supurando. Si vas a venir, trae vendas. Pero ven, ya vas tarde.
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