Eres el ascensor prohibido que nunca llamo por temor a que se abran las puertas y tú salgas. Y nos choquemos. Porque creo que si me rozas, me voy a desintegrar, una y otra vez.
No quiero abrir unas puertas en las que sé que voy a verte detrás. No quiero jugar a algo a lo que voy a perder. No quiero llamarte porque no vas a contestar, ya no. No quiero verte más.
Y es que hay gente que lo hace fácil y gente que lo hace todo difícil. Quiero entender que tú, pese a ser del segundo grupo, siempre has querido pertenecer al primero. Créeme que no lo haces. Eres una complicación en ti mismo; y ya no sé que pensar. No quiero pensarte, no quiero pensar en como mis manos podrían jugar con tu pelo mientras te ríes. Duele más de lo que puedas y quieras creer.
No puedes pasar a mi lado como si nada y pretender que no me fije, ni siquiera un poquito. Apretar las mandíbulas para no decirte lo que quieres oír, pero nunca de mí.
¿No vas a entender nunca que eres todo lo que ando buscando? Pese a que lo pongas todo difícil.
Pero, ¿sabes qué? Ya no quiero retarte, ni esperarte, ni buscarte en otros ojos y otras sonrisas, ni pedirte que te quites la venda de una vez. Ni siquiera tengo interés en enseñarte a hacer todo más sencillo. Ya no. Has acabado con mi última reserva de sentido común...
Quiero borrarte, quiero que no hayas aparecido nunca en mi camino. Que el pasado no vuelva a ser un lastre, quiero soltar las riendas y te alejes tanto como puedas. Que tu sombra no sea tan alargada para cubrirme, por favor. No voy a perseguirte más, así que vete. Sé que no piensas darte la vuelta ni una vez. No vas a ver como me destrozo porque perdiste la oportunidad para hacerlo. Mis trozos no te pertenecen nunca más.
No quiero pensar que una vez si estuviste, porque no cerraste la puerta con llave cuando me dejaste allí. Solo la entornaste. Y yo sigo sin querer entrar; por si acaso no sé salir. En parte porque tú no me has invitado, y en parte porque sé que significaría traspasar la línea. Cada paso hacia ti es perderme un paso más. Créeme otra vez, lo haría si existiese media posibilidad.
Supongo que, si dejas de hacerme la zancadilla, si dejo de hundirme en tu mar de ojos claros, empezaré a ganarme. A ganarme y a perderte; en realidad, nunca te tuve, ni te tendré.
No quiero una posibilidad porque supondría una esperanza. Acabaste con ese resquicio en el último adiós. Ojalá nunca te hubieras despedido... porque ahora podrías volver tú. Podrías llamar al ascensor y bajarte en mi planta. Y ya nunca lo cogeríamos más. Podría, querría, cargarte escaleras arriba, si tú me lo pidieras. No lo haces, no te culpo, no me culpo.
No pierdas el tiempo esperando a coger el ascensor, porque he decidido no volver a llamarlo, ni a llamarte. Estoy fuera de cobertura en el piso de los recuerdos. Si aún necesitas algo, ya sabes donde encontrarme. Prometo (no) esperarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario