Un cuchillo que pende, en el vacío del universo absoluto, de un hilo fino.
La confianza es darle las tijeras a alguien, sabiendo, creyendo, que no se atrevería a cortar tal hilo. Los hay que hacen de su hilo una cadena de acero, de titanio, para que ni se oxide, ni se rompa. Lo que no saben es que la soledad se alimenta de los cuerpos sin almas, y la confianza es el fundamento de esta.
Cuando la persona equivocada tiene tus tijeras, asegúrate de encontrar pronto un hospital, para no cargarte la puñalada a la espalda, al igual que tantos problemas que arrastras. Asegúrate de que ese hospital, y puestos a delirar, esa persona, tenga el kid de tratamientos de urgencia para curar corazones desangrados, pinchados. Ojo, no están rotos porque un corazón roto es un drama. ¿Quién dijo drama?
Asegúrate de ser un buen paciente y no una buena víctima. Son, somos, inaguantables. Quizá te toque un médico con manos prodigiosas y pueda coser tales embestidas. Ups, se me ha caído el cuchillo en la herida, repites sin parar.
Quizá no sepa bien a quién darle mis tijeras, pero sé elegir bien mis hospitales.
”Camarero, otro vaso más. Llénelo hasta arriba, el último no me llenó el corazón. Aquí estoy, echándole un pulso a mi hígado por ver quién llega antes al hospital.
Vaya, que despiste, se me escapa un hilo del costado, ¿no tendrá usted tijeras?"
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