viernes, 2 de enero de 2015

Delirando.

He querido irme todas las noches en las que no estabas... No sé qué me habrá podido parar los pies, porque subida en la cornisa, el mundo se veía súper grande y yo seguía siendo pequeñita.
El vértigo es relativo, sobre todo en el estómago más que en el corazón. Nunca vértigo a quererte porque nunca te quise lo suficiente como para tener miedo, siempre me quise a mí un poco más, sabiendo que tú te irías. Me dejarías sola con toda la mierda al cuello. Con la soga colgado, y tú serías la patada a la silla.
Y por eso ahora, que ya no me quiero como antes, que tú no quieres pararme los pies cuando me subo a la ventana, que ya no te pones debajo para amortiguar el golpe... Ya no sé si quiero tirarme. Quizá lo haga a mis precipicios internos. Esos que yo me he dejado por tu culpa.
Sobre victimismos injustificados... Me has calado hondo. Son las 2:28 y sigues sin estar. La barandilla del balcón no es lo suficientemente alta. Ni siquiera oirías el  golpe desde su cama.
Pero hoy me quiero como nunca y te odio como nunca. Y tendría que ser como siempre. Las dos como siempre.
Ya no lo sé, solo otro vaso lleno de delirios a media-entera-noche.
No te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario