He querido irme todas las noches en las que no estabas... No sé qué me habrá podido parar los pies, porque subida en la cornisa, el mundo se veía súper grande y yo seguía siendo pequeñita.
El vértigo es relativo, sobre todo en el estómago más que en el corazón. Nunca vértigo a quererte porque nunca te quise lo suficiente como para tener miedo, siempre me quise a mí un poco más, sabiendo que tú te irías. Me dejarías sola con toda la mierda al cuello. Con la soga colgado, y tú serías la patada a la silla.
Y por eso ahora, que ya no me quiero como antes, que tú no quieres pararme los pies cuando me subo a la ventana, que ya no te pones debajo para amortiguar el golpe... Ya no sé si quiero tirarme. Quizá lo haga a mis precipicios internos. Esos que yo me he dejado por tu culpa.
Sobre victimismos injustificados... Me has calado hondo. Son las 2:28 y sigues sin estar. La barandilla del balcón no es lo suficientemente alta. Ni siquiera oirías el golpe desde su cama.
Pero hoy me quiero como nunca y te odio como nunca. Y tendría que ser como siempre. Las dos como siempre.
Ya no lo sé, solo otro vaso lleno de delirios a media-entera-noche.
No te quiero.
viernes, 2 de enero de 2015
Delirando.
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