sábado, 7 de enero de 2017

Sí.

La sensación es extraña. Es ya casi una rutina. Los cascos me aislan y me hacen olvidarme hasta de que respiro y entonces, antes de revivir, te cuelas en mi cabeza.
Reproduces la cinta del recuerdo que nos muestra felices y no me hace estar triste de una manera corriente, es más una forma de añorar un pasado todavía reciente.
Más que doler, el sentimiento es no comprender. El devenir de las cosas se ha torcido de una manera que, echando la vista atrás, jamás habría dicho que pudiera suceder.
Supongo que así es un poco la vida, todo eso por lo que nunca apostarías que sucediera y que en un breve periodo de tiempo ocurre. La vida espera tu reacción, que te enfades, que llores, que supliques, que pidas perdón... Lo que no se espera es que te muestres indiferentemente triste ante algo que no tiene arreglo.
Si no tiene solución, no es un problema. Y pasas de mirarlo con dolor a mirarlo con lástima.
Ya no me reconozco en las líneas que han hecho el camino que piso hoy, no sé quién fue la que hizo todas esas cosas y se creyó todas esas promesas.
Quizá soy la misma ingenua de siempre y he terminado forzando los hilos a romperse de una manera absurda y ridícula.
Sí, tengo cierta envidia de mi yo de ayer, lo que hizo y con quien lo hizo; lo que sintió y la sensación de las primeras veces. Lo cerca que estuvo de la consecución de su aparente felicidad y la precisión con que lo echó todo a perder. Bueno, quizá de eso no la tenga tanto.
Esa es la nueva yo, pisando flojito y echando la vista atrás, pidiendo perdón antes de pecar y dando las gracias por adelantado. Haciendome cada vez más pequeña y agrandando las dimensiones del mundo para que ya no me quepan en la mano.
Esa es la persona en la que me estoy convirtiendo; insegura, indecisa, incorrecta, incoherente, y no tan implacable como antes.
El reflejo del espejo no es tan nítido y no muestra una sonrisa perspicaz y atractiva, sino la aprobación casi constante de personas que conozco mejor que me conocen.
Mi caos se ha ordenado y es aburrido. Toda la entropía de las cosas que amaba se ha destruído y aunque creo saber la forma en que puedo hacer que las cosas vuelvan a su cauce, no he terminado de encontrar las ganas por hacer que suceda.
Quizá haya admitido que aunque lo haga, algunas personas no volverán a mi lado porque ellos no habrán sufrido mi misma metamorfosis.
El problema reside en mi constante empeño por hacer que vuelvan, cuando si son lo suficientemente importantes lo harán por ellos mismos o simplemente, el tiempo volverá a poner las cosas en su orden aleatorio.
Hasta entonces, he encontrado el vicio perfecto para olvidar que por mucho que procrastine las cosas no se resuelven solas e incluye mi cama, un libro, comida, series y a mi hermano.
Es lo más cercano que he encontrado a la felicidad y de esto es en lo que más segura estoy a día de hoy.

Sí. Adaptarse o morir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario