Cuando te pones malísimo físicamente hablando, casi cualquier desasosiego mental te parece una memez.
Me parece un buen ejercicio de comparación para poder atisbar, aunque solo sea de lejos y momentáneamente, lo que echamos de menos cuando se nos niega algo.
Extrapolo necesidades básicas como dormir sin agobios, comer lo que te apetezca e incluso beber agua a situaciones límites de pérdidas personales.
No es lo mismo decidir consicientemente dejar de hacer algo - o dejar de entablar contacto con alguien - a que te impongan la negación física de lo mismo. Más que aprender a valorar el significado de lo que nos rodea, sirve para apreciar y disfrutar los pequeños detalles que hacen del día a día algo más allá de la rutina.
En esta vida hay prioridades y saber establecer cuáles son las nuestras es un imperativo. Todo es una elección incluso cuando no es consciente. El hecho de negar (o no) su autoridad solo da razón a este argumento. No hace falta escayolarse una pierna para anhelar echarse a correr o perder para siempre alguien a quien ya nunca vas a mirar para quererlo el doble. A veces un toque de atención es suficiente para pararnos a pensar un poquito más sobre quién o qué merecer prioridad.
Mi cirscunstancia es simple. A menudo me doy cuenta tarde de las cosas y llego cuando todo es una nube gris a punto de echarse a llover. Pero no me hace falta ver granizar para echar de menos el Sol, al igual que no me hace falta discutir para querer algunos regresos con todas mis fuerzas.
No todo el mundo viene para quedarse, y aunque mezcle intenciones haciendose un hueco entre mis brazos, sé que la mayoría de veces es porque necesitan curarse antes de despegar (otra vez). Y este es un hecho tan real y tan cierto como el respirar, lejos de levantar suspiros melancólicos ha abierto mi mente un palmo más, y puede que sea medianamente capaz para saber interpretarlo cuando ocurre.
El problema radica en equivocarse. El error de empalelar un sujeto con la pegatina de estable y colega es sinónimo de que tus prioridades se tambalean como un terremoto a pequeña escala. Y piensas que cuando se van las echaras de menos - como si antes no las hubieras valorado lo suficiente - pero las cosas no funcionan así. No puedes quedarte esperando con miedo el curso irremediable e inexorable de las cosas. El destino te mece a sabiendas de que las decisiones conscientes que tomas te llevarán a un espectro amplio de personas y experiencias. Si tienes vértigo mientras ocurre no podrás disfrutar al máximo de lo que estás viviendo y tus recuerdos, el día de mañana, no serán más que líneas mojadas en papel de servilleta.
Nunca te acuestas sin saber algo nuevo. Mi lección de hoy es simple: prioridad a quien te la da; las cosas ocurren con un motivo. Somos artífices de nuestro destino.
lunes, 23 de enero de 2017
Ejercicio de comparación
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