Jugar es todo lo que le pido a la vida. Incluso aunque pierda, prefiero intentarlo, meterme y mancharme hasta el cuello que fracasar sin haberlo sudado.
Nunca sabes qué -o a quién- encontrarás cuando bajas la cabeza y desistes.
La vida es persistir, resistir, perseguir el elixir del existir (LDS) y hacer camino hasta no poder dar un paso más. Tropezar y caer, trastabillar y ponerte a bailar, romper la piedra a tropiezos y no dejar de intentar luchar por lo que -o por quién- te hace feliz.
La concesión hormonal dura un instante tan efímero como lo es un parpadeo para otear una media sonrisa en la cara de un extraño en un andén repleto de gente.
Prefiero pensar que vivir es todo aquello que ocurre entre sonrisa y sonrisa (y no entre suspiro y suspiro). Ese paréntesis es más una supervivencia necesaria que nos permite apreciar, tocar y ponerle cara a la felicidad.
La tendencia es obsesivamente clara: ponemos en tela de jucio -peyorativo- lo que no entendemos por miedo a demostrar nuestra ignorancia. Lo que se sale de nuestro cerco y zona blandita pasa a ser la burla constante de nuestros días. Nadie nace odiando, se aprende enjuiciando la vida (aparentemente más bonita) de los demás y tratando de romperle los esquemas. Que sienta nuestro dolor y nuestro pánico.
Solo porque tenemos miedo no intentamos aprender a ser felices, intentamos que a nuestro alrededor se vuelvan tristes y mustios para encontrar algo que nos reconforte en nuestra miseria. Como si nuestro gozo fuera sentirnos pobres de espíritu. Hemos interiorizado que sentirnos miserables entra dentro de la monorrutina horaria de nuestros días.
El lema es sencillo, 'si yo no puedo tenerlo, que nadie más lo tenga'. Así con todo y así nos va. La vida no es injusta, es simple, somos nosotros quienes pensamos que la justicia es un ente cuantitativo y que por tanto podemos medir su amplitud. Como si fuera algo concreto. Como intentar ponerle diques al mar. Como intentar encerrar el amor en una poción mágica de enamorados (así de absurdo suena). La justicia solo es una herramienta para hacernos sentir iguales en un mundo desigual.
Todo artificio del hombre, por definición, es una construcción que media para un fin: contentarlo a todo propósito. Pero la justicia es lo suficientemente abstracta como para reírse de nuestra inocencia mal lograda.
En base a lo que dijo en su día Einstein, tratar de valorar las mismas aptitudes (y actitudes) en personas distintas y juzgarlo como 'lo más justo' solo lleva a la devacle armónica de nuestros pequeños multiuniversos.
Somos plurales y distintos y eso es, en tiempo real y preciso.
La vida está ahí para que la cojas y decidas tomar las riendas, no marearte y elegir bien la compañía.
Por cada persona que te de la mano y te impulse a seguir, a luchar, habrá diez que te pondrán un techo de titanio para frenar tu avance. Incluso aunque de esa manera ellos no puedan avanzar tampoco.
Para otros diez serás el necio que lo intentó -y hasta ahí podrán leer antes de que les saques de tu vida.
Pero es que mientras haya una sola persona que te mire y sonría aunque te caigas mil veces, te equivoques y fracases, para mí merecerá la pena intentarlo. Sé que extrapolar este razonamiento a tu madre, padre o hermano es lo más sencillo, pero yo hablo de uno mismo.
Todos los gurús espirituales se han equivocado a lo largo del tiempo, o en realidad no han precisado bien. La fuerza más poderosa sobre la faz de la tierra es el amor, sí, pero siempre hacia nosotros. -Amor propio como participio activo y constructivo de nuestra identidad.-
Nadie luchará por ti como tú lo haces.
Incansable, incesable, imparable.
Sólo tú sabrás lo difícil -y lo que disfrutaste y aprendiste- para poder llegar. Incluso cuando no llegas.
En ese momento es cuando miras un palmo detrás y encuentras la otra clase de gente. Porque si había diez que te iban a frenar (y son los que a menudo triunfan) siempre hay un par que retrasarían su avance para que tú pudieras dar un paso. Sobre todo para que tú no dieras un paso hacia atrás.
Con algo de tiempo he llegado a entender que esta última clase de gente, no son solo gente, son personas. Y somos de quienes nos miman despacio y bien. Trabajan en la sombra diciendo 'no mires hacia abajo' para que el vértigo no te atenace y te caigas. Tienen el corazón tan grande que, a veces, y más de las que me gustaría admitir, les ciega ante una verdad (mi verdad).
La ostia es parte de la realidad y parte del proceso de aprendizaje. Es el camino rápido y doloroso. El práctico. Después de experimentarlo, y solo después, entiendes a las *personas de corazón grande* y su afán por mantenerte en volandas.
El egoísmo del hombre no llega a imponerse nunca, siempre hay un resquicio que lucha y reivindica. Con las manos en alto y la mirada al frente. Sí, son las *personas de corazón grande*.