Quizá mañana comprendamos que la <dependencia> es el primero de los errores. Que la naranja tiene suficiente zumo para uno mismo y que te puedes subir a una escalera solo, doblar el edredón sin ayuda, subir las bolsas de la compra, hacerte una foto, y preparar una comida sin que sobre para toda la semana. Que todo lo demás es una invención absurda y poética del "amor romántico".
No entendemos nada. El segundo de los errores es autoconvencerse de que la <soledad> es el camino unidireccional a la tristeza. Ojo, los estados de ánimo, no son, ni de lejos, hogar del alma y por tanto, distan de comportarse como tal. Sin más, son elecciones del corazón para tener la mente tranquila.
El hecho de necesitar compañía para no estar a solas con uno mismo es una enfermedad social grave, sin lugar a dudas. La soledad es la fiel acompañante que baila sobre una tarima de cristal, y que te pisa los pies porque nunca va al compás. La vida consiste en sacarla a bailar y saber convivir con ella. Pues bien, "querer estar solo no es querer sentirse solo."
Y el tercero de los errores, el más grave, consiste en la enfermiza necesidad de creer que la <felicidad> está más allá de tu caja torácica. La felicidad no está al lado de alguien, está en aceptarse a uno mismo. Pequeños detalles, tan banales como:
no perder un tren;
que suene tu canción favorita en la radio; encontrarte cinco euros en el bolsillo del pantalón;
que tu equipo de fútbol gane un domingo;
la risa de tu madre por las mañanas;
clavar un examen;
sonreírle a un extraño;
saltar en un concierto;
que el mar se lleve tus pisadas por la noche;
dormirte escuchando el sonido de la lluvia;
romper la rutina;
viajar;
robar un beso;
comer;
reír;
soñar.
La persona con la que caminas, al fin y al cabo, solo te ayuda a encontrar tu camino. Pero, "caminante, no hay camino; se hace camino al andar".
martes, 10 de mayo de 2016
Tres errores.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario