La sensación de saber todo lo que tienes por mejorar, sin necesidad aparente de que alguien te abra los ojos o deje caer la venda. Al fin y al cabo, es una venda voluntaria únicamente impuesta por la incapacidad de no mover ficha y tomar decisiones.
La sensación de actuar de psicólogo social de prácticamente todas las personas que te rodean y no tener ni idea sobre qué sudadera ponerte hoy. La sensación de estar desaprovechando tiempo de tu vida en exclusivamente hacer todo más fácil para alguien que, tomando esto como precedente, acudirá a ti en busca de solventar sus problemas, aunque sean solo por desahogo, y usarte como pañuelo de mocos cuando el corazón sufra de alergia. Y ni siquiera se han parado a pensar en que el tuyo acaba de colgar el "cerrado por vacaciones" en un momento extrañísimo de tu vida, que, desgraciadamente, ni tú entiendes, ni ellos tienen intención de complicarse por entenderte. Y cierran así el fantástico círculo de darte por culo día si, día también; sin tomarse festivo como día libre.
En otro orden de cosas, la brevedad de la vida consiste, definitivamente, en arriesgarse por acertar y eludir al fracaso emocional y físico.
Y ahí estoy yo, en punto muerto, en una fase intermedia entre mi zona de confort y mi zona de riesgo. Y cada vez que me aventuro a las lindezas de la vida, aparece alguien que me da la mano corriendo y me hace tropezar demasiadas veces en el aparente y utópico camino hacia la prometida felicidad.
Y vuelvo corriendo a mi rutina cómoda y aburrida, cargando con los errores de las aventuras y con las advertencias de los que están en la zona de confort, que aseguran conocerlo todo de las otras zonas, desaprobando firmemente vivir de esa manera.
Y yo, incauta e inocente, vuelvo a mecerme entre los brazos de la comodidad y no del placer, la sencillez, la espontaneidad o la misma libertad, y caigo en un letargo profundo de inseguridad, tristeza y cansancio.
Sin embargo, no es una zona buena y la otra mala; pero si resulta ser absolutamente necesario para mantener el equilibrio y la salud mental los viajes entre ambas de forma continua.
O lo que es lo mismo, hacer lo que te salga de los ovarios, cuándo, cómo y con quien quieras.
Ahora voy y le digo a toda esa gente que tira y afloja entre las dos zonas, que voy a echarme una siesta profunda y que voy a tomar de todo menos decisiones. Que estoy harta de perder tanto tiempo en planificar para que luego llegue alguien que coja tus planes, se seque la nariz con ellos, y te pregunte que qué estás haciendo ahí parado.
Para que luego llegue alguien que se aproveche de tu buen hacer, de tus debilidades y de tu sincera amabilidad y rompa con todo lo que has construido tú. Sin pedir perdón. Sin dar las gracias.
Sinceramente, si lo sé hago también psicología a distancia, porque ya que estoy, por lo menos cobro por los consejos tan de gratis que regalo a diario. En absoluto es vanidad o algo que diría un ególatra, pero si alguien que está peligrosamente cerca de derrumbarse sobre el abismo de mandarlo todo a mierda.
Quizá solo necesitemos un poco de reciprocidad para mantener la llama de la paciencia; o eso, o lo más inteligente resulta ser la reclusión mental absoluta durante cierto periodo de tiempo, necesario para perdonarse a uno mismo las heridas del alma, más profundas que cualquiera causada por alguien más.
El confort por el que abogo es el amor propio y la comodidad de hacer las cosas bien. Por el momento no necesito nada más, ya ves, al fin y al cabo soy una persona conformista que nunca está conforme.
"Ya me he cansado de ser el tipo que no quiero ser. Me acostumbraré a volver al mar cuando no quede nada que hacer; me acostumbraré a disimular y a olvidar que te dejé marchar."