Me miras con esos ojitos asustados y sonríes. Si supieras la que llevo encima... Te irías corriendo. Que día más largo sin ti. Que vacío y que sinsentido.
Te pregunto si vienes y tú respondes que mañana. Ayer dijiste lo mismo. El pantalón del pijama te cae tan gracioso... Te cepillas los dientes frente al espejo y dos milésimas de segundo se encuentran mis ojos, y los tuyos. No se rehuyen. Tú lo ves todo fácil, a mi me gusta darle dos o tres vueltas (incluso al cuello) para poder hacerlo. Sonríes otra vez, pero te acabas yendo. Me quedo ahí plantada sin saber moverme. Mis pies no pisan tus huellas porque les vienen grandes. Me has hecho aún más pequeña y tengo vértigo de no llegarte a la altura. Me encojo y me hago bola en la cama. Todo está oscuro...
No sé cómo pudiste acercarte tanto, no sé cómo te metiste tan dentro y revolucionaste todo lo que viste. Te declaraste en huelga y desde entonces mi gobierno se rige por tus leyes. Y ahora, un golpe de Estado me derrumba. Ojalá lo hagas bien y (mi corazón) no salga herido.
Todo patas arriba, joder, que difícil darle ahora la vuelta. Me faltan tus manos. Creo que me voy a quedar así un tiempo, boca abajo. Si no te veo, no me duele.
Respiro fuerte y sin dificultad, pero mis pulmones están cansados de soplar con esfuerzos. Dales un suspiro. Vuelve y no vuelvas a irte. Y si lo haces, no así, desorganizándolo todo. Y encima a medias. No estoy preparada.
No puedo creer ni una sola promesa más, ni una. Son todas mentira. Vanas ilusiones.
Cierro los ojos, respiro y recuerdo. Lo único importante soy yo; tú te acabas de escapar por la comisura de mis ojos.
Último día del mes. No tengo ni para chicles. Tu alquiler está resultando ser más caro de lo que me puedo permitir. Los muebles quemados y todo echo cenizas. Ni fénix, ni nada.
Sigo pensando que tus cenizas prenderían con otro suspiro. Pero me da igual, creo que me he hecho inmune y ya nada me quema. Corazón congelado.