jueves, 2 de junio de 2016

Una canción

A veces pienso en escribir la canción que alguien en alguna parte del mundo tarareará y escuchará hasta la saciedad.
A veces pienso en que sé tocar la guitarra y que mis dedos bailan sobre las cuerdas, que todo está en perfecta armonía; y el silencio entre acorde y acorde llena la habitación.
A veces pienso que la letra la escribiría pensando en algún desamor al que echarle en cara mis inseguridades, mis dudas y mis miedos. Que se iría todo por el desagüe en el momento en el que me atreviera a confiar, pensando que justo ahí te irías y me dejarías.
Pero no hay nadie a quien me atreva a escribirle algo que se quede ahí para siempre.
Y de hecho, el miedo no va exclusivamente en esa dirección. Si tengo que pensar en entregarle mi corazón a alguien, ya no quiero hacerlo.
Es lo que me pasa siempre, que salgo corriendo cada vez que alguien se acerca lo suficiente como para permitirle saltar la coraza. Y en ese momento quiero correr hasta quedarme sin aliento, esperando que no hayas decidido seguirme. Ese momento cumbre en el que literalmente quiero vomitar el corazón y todo lo que se ha mudado desde este al estómago.
Miedo irracional a querer y que me quieran.
Por eso me encantaría escribir sobre mí y sobre como siento la vida de mi alrededor.
Sería la verdad que siempre he querido contar, mi verdad. No puedo entregarle mis alas a alguien incluso aunque no me las quiera cortar, incluso aunque me quiera enseñar a volar.
Quiero aprender sola.
Por eso, a veces pienso en rimar todos mis delirios nocturnos y ponerles una melodía lenta, cruzarme de piernas sobre la cama y escribir en una libreta todo lo que me da miedo.
Pero nunca nada de ti, de nadie.
Yo, me, mí, conmigo.

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