domingo, 25 de abril de 2021

A mi yo de ayer

A la Marina de ayer le perdono los errores, que no se anticipara y que se confiara. La Marina de ayer no sabía que la de hoy iba a ser un grifo que ya siempre gotea, que respira con dificultades, que no puede parar la mente quieta y que si no madruga los domingos, echa el día a perder. Un desastre.
La Marina de hoy sigue dejando la cama sin hacer, los pañuelos en la mesilla y la ropa por el suelo, pero ya ha despejado el espejo, va más ligera de pelo y ha quitado todas las fotos del armario.
La Marina de hoy sigue teniendo frío por las noches y duerme con calcetines, escucha asmr intentando adormecer la bestia insomne y ha descubierto en las esencias de vick vaporub una alternativa al respibien. Qué alivio.
Pero la de hoy también sigue cansada, sigue el dolor de cabeza y ha perdido un poco el por qué y las ganas de hacer biología en su día.
Ahora solo vive de 11 a 11 y ya no ve pasar las 3 en el reloj, solo hay novelas de misterio en la mesilla y en el bucle ya no está Me va bonito. La guitarra sigue apartada como frustración permanente y la única decisión del día que afronta sin querer es si hacer o no la tostada de aguacate. 
A la Marina de hoy no le despierta ni el café, no le animan ni las siestas y solo madruga porque hay un balón esperando. 
Esta versión post cuarentena es más libre pero más infeliz, se maneja un poco mejor en inglés y sabe hacerse un huevo frito, ya no se duerme en el hueco de la cama con la almohada y ha encontrado una nueva sensación de angustia en el pecho que nace de no hacer nada. 
Pero sobre todo, la Marina de hoy se ha enamorado, se ha arriesgado y ha aprendido que siempre siempre siempre hay que jugarsela si te hace feliz. 

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