martes, 21 de julio de 2020

Abuelos

Es curioso como la segunda paternidad en la vida de los abuelos llega así, tan sin avisar, sin quererlo ellos. De pronto vuelven a tener que coger en brazos un saquito de huesos de piel tersa con el recuerdo de la primera vez, la que ellos gestaron. Muchos años después de la primera experiencia. Pero los nietos no son una voluntad, llegan sin avisar y de pronto se les llama abuelos y se les impone sentir esa responsabilidad adulta que implica la niñez en su etapa más temprana.
Mis tres abuelos me regalaron la infancia más feliz del mundo. Recuerdo con cariño llegar al pueblo y estrujarme en los brazos gordos de la abuela, que me perseguía con sus besos a mordiscos detrás del triciclo, las palmaditas del abuelo viniendo a lo lejos, sus comidas rebosantes en todas las horas del día, los caramelos de los bolsillos los viernes en el patio, la leche caliente por la mañana, la verdura del campo recién labrada, las aceitunas en la mesa según aparecía por el salón, la mirada vigilante siempre de la mano...
Crecer con el cariño de quien te quiere otra vez como a un hijo mientras conservas el candor de la juventud temprana. 
Menos de un año y se han idos los tres sin hacer mucho ruido, sin que el mundo pudiera pararse a esperarlos, a darles otra oportunidad, otra mirada más. Sin siquiera inmutarse.
Sin que pudiera devolverles de vuelta toda esa atención sin medida y sin fin que brindaron toda su vida. Ahora ya todos juntos en un sitio un poquito mejor que el terrenal.
Irse sin sufrir, sin enterarse, sin dolor.
Ya nunca voy a pisar el pueblo sin acordarme que estaban ahí despidiéndose del coche en el callejón cuando volvíamos, sin que el corazón me salte a la garganta y sin que los ojos se empañen un poquito al entrar en su habitación, para siempre ya vacía y sentir que no están aquí, esperando ese 'buenas noches' antes de dormir. Sin ese 'te quiero' mudo que se siente al entrar en la que siempre sentí como casa.
Guardo para siempre los recuerdos empapados de lágrimas que se agolpan para salir a la vez, queriendo a gritos que nunca los olvide. 
Es imposible describir la pérdida de tus abuelos de forma tan seguida, sin parón, sin esperar a que lo cotidiano deje de serlo, sin esperar a que te hagas lo suficiente mayor para aceptarlo. Vuelvo a ser la niña que lloraba sin consuelo esperando a que todo se calmase.

De tu mano abuela para que se la puedas agarrar al abuelo allí arriba.
No nos dejan velarte todos juntos para asumir la pérdida en ciernes mientras te apagas poco a poco, como una estrella en el cielo que deja de brillar. Asumiendo que de un día para otro dejaste de ser tú mientras el frío te llevaba en este julio caluroso en un año tan raro para vivir. No sé si te fuiste siendo consciente de que lo hacías, de que era el fin pero que tu mano siempre estuvo llena de las nuestras.
Me oprime el pecho no saber qué decir o qué hacer mientras se consume la llama tan viva que tuviste dentro, un incendio que nos llegó a todos. Era imposible escapar de ti. No puedo creer que tuviéramos casi el alta en las manos y de pronto te fueras sin avisar casi de un día para otro mientras albergábamos la esperanza de que seguirías aquí. Mientras pedías un poco más de manzana o saboreabas el yogur cada noche antes de acostarte. Me fui sin saber si mejor fresa o plátano, aprendiendo a contar las pastillas cuando ya ni tú podías y a saber que las caricias en la frente y en el pelo te ayudaban a cerrar los ojos y a dormir mejor.
Me habría gustado que supieras que me voy a graduar pronto otra vez, que voy a vivir un tiempo fuera y que me estoy haciendo mayor y responsable como tú habrías querido. 
Jamás voy a olvidar tus últimas palabras con ese "guapa" entre dientes, casi sin enfocarme.
Ese "señorita" que decías mientras me mirabas ya sin conocerme, con la sonrisa a medias y la palabra aún en la boca.
Al final se hizo imposible aguantar sin el abuelo y lo entiendo, conocimos el amor sin límites con vosotros de la mano. 
Te llevas una parte de mi corazón que no va a volver porque ya es tuya y del abuelo, allá arriba mientras sigues persiguiéndonos porque nunca hemos dejado de ser los niños tras los que corrías en el callejón.
Te lo escribo porque me quema en el pecho de forma atroz, como si el mundo pudiera seguir sin ti y sin que pasara nada. La mañana más fría del mes desde que tus manos no calientan las mías. 
Allá donde estés abuela 🖤

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