lunes, 23 de abril de 2018

El primer vals

¿Sabes eso de que a veces te cruzas con la persona adecuada en el momento oportuno?
Lo sabes porque lo sientes en ese mismo momento. Lo sabes porque para que llegue la persona correcta, se han equivocado muchas antes. Lo sabes porque te abraza sin escudos y sin utilizar los brazos, te mira viéndote como si siempre fuera la primera vez y te habla como si el mundo alrededor sólo bailara al compás de sus palabras.
Y entonces tú encuentras el ritmo y aprendes a bailar, con esa necesidad forzada del que no se quiere tropezar. La música suena cada vez más alto y tú bailas cada vez más rápido, más fuerte, más, más, mucho más. Bailas hasta que sientes temblar las rodillas y te escuchas el primer jadeo.
Y en esa primera vez que te roba hasta la respiración, en esos segundos tan vitales, lo ves por fin.
Ves con sus ojos y te miras por dentro. Te ves bailando hasta la extenuación una música que sólo suena en tu cabeza. Te ves casi borrosa, a una velocidad al límite de la caída.
Pensando que no bailabas sola has gastado todas tus fuerzas por girar en la órbita de otro planeta, uno con una acústica diferente y con otros bailarines. Uno al que le gusta viajar y mirar, pero que nunca toca otra canción.
Sientes la debilidad en cada poro, y sientes desfallecer si decides parar. Porque parar significa dejar de escuchar la música, su música. 
Y aunque no suene la misma dentro de ti que de la otra persona, tú no quieres parar. Piensas que sintonizará en alguno de tus movimientos y que aprenderá a bailar contigo. Piensas que algún día no te verá deslizarte alrededor, sin hacer ruido por temor a perder el compás.
El metrónomo no te da ni un segundo de pausa, y, si te paras, perderás la música para siempre.
Lo que tú no sabes, y nunca sabrás, es que cuando pares, te verá sin marearse por ir a otra velocidad. Te verá como tú mirabas, te verá y no hará falta música de fondo está vez. Te verá y ya nunca te cansarás del movimiento.
Tu pareja de baile hará entonces el primer movimiento, y sólo espero que no le pises al girar.

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