Y hasta aquí. Porque podría haber sido otra persona, en otro lugar y en otro momento. Podría haber ocurrido perfectamente así dentro de cinco meses y en otra ciudad. Pero yo habría hecho lo mismo.
Porque no eres tú, soy yo. Siempre he sido yo.
Lo que pasa es que ahora te has cruzado tú y me has mirado de verdad. Como si cada vez que lo hicieras me vieras por primera vez. Con las ganas de la primera vez. Me has mirado con los nervios de no querer que me vaya. Hablabas a trompicones y de absurdeces, y yo me he quedado quieta, sin saber cómo devolverte la mirada, ni qué decir. Porque en realidad sí quería. Y le he puesto todas las ganas que los nervios no se han llevado. Torpe, muy torpemente.
Y por un instante has visto cómo te miraba y te has acercado. Aún más. Y ya no he podido contenerlo dentro. La cerilla ha encontrado la chispa por fin y además de luz ha traído fuego. Un fuego que no se apaga y que a ti no te quema.
Pero recuerda que no eres tú, soy yo. Es mi fuego. Mi cajita de cerillas.
No sé cuánto me equivoco al dejarte entrar. No sé de verdad dónde te estás metiendo. Igual te gusta un poquito más y me enseñas a encender las luces de una vez y me quitas las telarañas, los miedos y los enredos.
Porque aunque no eres tú, yo estoy encontradome cuando estoy contigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario