Sé que no me vas a entender.
Sé que piensas que nunca pasa, pero a veces ocurre.
Llega ese mensaje por el que miras el móvil de reojo cuando no te habla nadie. Llega y no te lo crees.
El nerviosismo, las dudas, el contestar tarde, releerlo.
Pasan dos minutos y la alegría pasa al estómago, que se enfurece. Sabía que esto podría pasar pero no hay nada que te puedas tomar que sirva para combatirlo. Siempre hay alguien por quien pierdes todas las batallas, incluso aquellas a las que no vas.
Requiere toda tu atención, y aunque esa persona no lo sabe, el mundo se reduce a una pantallita de móvil, a un teclado y al maravilloso y absurdo intento de poner algo de ingenio y amor propio en un solo mensaje.
Pero tu mensaje es una foto. Sales sonriendo y guiñando un ojo a cámara. Y yo imagino los tres libros que ya te habría escrito de mirar la foto tres veces. Pero tú eso no lo sabes, claro.
Y esa pantallita de móvil vibra casi al instante otra vez. No pierdes la atención para que yo no pierda la mia.
Siento esa fuerza imparable que te dice a voces que es esa persona, que no te has equivocado, que a veces esperar es en apariencia algo más.
Y es absurdo como puede quedarse toda tu atención en algo tan abstracto como una línea de red y un mensaje. Piensas en cómo verían de lejos esto la gente de los años 50.
Y entiendo que ellos no lo entiendan, porque ni yo misma entiendo cómo puedes removerme tantas cosas con un guiño y una sonrisa si estás al otro lado del charco.
No quiero entenderlo porque por cada diez pasos que me alejo de ti, basta con medio tuyo para que vuelva a desandarlos otra vez.
Supongo que no puedo hacer más de lo que hago por resistir estas ganas de decirte que ya te echo de menos, como antes. Y que además, no he hecho planes para dejar de hacerlo.
Claro que eras para tanto
lunes, 21 de agosto de 2017
Aunque tú no lo sepas
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario