viernes, 11 de noviembre de 2016

Primer persona del singular.

Dejé de tener esperanzas en el mundo cuando dejé de creer en mí poco a poco y empecé a creer en los pilares de la gente a la que siempre he considerado mentalmente inferior. Y sí, digo esto sin intenciones peyorativas o ególatras, digo esto desde mi verdad.
Perdí la esperanza en el momento en el que me creí que para estar en sintonía y paz con el mundo tenía que hacer lo que ellos decían hacer, y pasé a exigirme por dejabo de mis límites y muy por debajo de mi listón; solo porque era lo que ellos hacían.
Y a mí lo único que me llena es siempre dar más, mucho más de lo que a priori se espera que de. Llevar mi cuerpo y mi mente al límite de lo explorado y experimentar cosas con las que nunca me atrevería.
Alejarme de este camino solo puedo achacarlo al miedo, la desgana y al exceso de empatía. Y no hay nada que me pueda herir más que eso.
Me toca recoger vientos de una tormenta que no quise sembrar y me toca mirar un tiempo a un cielo nublado y gris. Sólo queda trabajar y ordenar las nubes para recolocar mi vida por trocitos y no dejar que absolutamente nadie me diga lo que tengo, no tengo, puedo, no puedo, debo y no debo de hacer. 
Yo escribo mis límites y nadie más puede atreverse a llenar de tinta las páginas más importantes de mi vida. Sobre todo si lo hacen por saciar su mediocridad mellando tus expectativas.
Quien se quede, que lo haga para acompañar y no dirigirme. A quien venga, que se quite los zapatos y tome asiento porque esto no es como empieza, lo importante es ver como acaba. Con quién es algo que me toca decidir hoy.
Más que nunca: yo, me, mí, conmigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario