viernes, 26 de agosto de 2016

Y a ti, ¿a qué te huele la lluvia?

Huele a lluvia en Madrid y hace tanto calor que resulta inverosímil que el cielo haya decidido conceder una tregua y premiar con un poco más de gris el skyline de mi ciudad favorita.
Huele a lluvia y hoy me siento más sinestésica que nunca. Quizá no consiga anclar un olor a una persona ni a un recuerdo pero sí, e irremediablemente sí, a una posibilidad de futuro ambigua que se cierne ante mí con tantas posibilidades como las hay de que se acabe el mundo mañana. Y si no puedo anclarlo, sólo queda que la brújula señale en la dirección correcta, y si es el sur, que sea porque has perdido mi norte. Allí no deja de llover y no sirven ni paraguas, ni chubasqueros ni chalecos impermeables que te libren de que el aguacero te cale hasta el corazón. Y si esquivas las pulmonías y las arritmias que causan las lluvias, quizás puedas llenar un mar donde quiera bañarme.
Huele a lluvia y a humedad y a todos esos días de verano en los que la quietud, la calma y la madrugada te envalentonan más que el alcohol y la fiesta en invierno.
Y si como Rozalén, tengo que gritarte lo que siento, que sea después de un diluvio, no vaya a ser que se te quede el corazón ciego en el ojo de la tormenta.
Huele a lluvia y la humedad se mete en cada poro de mi piel e invade cada centímetro de mis pulmones reemplazando la frustración diaria que supone vivir expirándote todo el tiempo. Y nunca consigo llegar a aspirarte por completo porque te esfumas, te vas sin ni siquiera darte la vuelta y echar un vistazo para ver cómo estoy o con la esperanza de que pueda detenerte. Y sí, vuelves, vuelves cuando creo no necesitarte y lo haces como si Andrés Suárez estuviera pidiéndotelo, y yo vuelvo a echarte de menos en las conversaciones cuando aún no han acabado, siempre temiendo el momento en el que decidas irte.
Huele a lluvia, a geosmina, a petrichor y en esencia huele a ti. Este fluido etéreo, sutil y vaporoso que me embriaga es casi como un veneno en manos de un loco que inestable y jodidamente sensible, no tiene más remedio que suicidarse y acabar con la agonía. Quizá eres el arma y yo no tengo balas, ni puntería ni ganas de fallar.
Huele a lluvia pero ya no se si parece que va a llover.

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