miércoles, 20 de abril de 2016

La eternidad del corazón.

En el momento de la muerte, el corazón se contrae por última vez y expulsa la sangre que contiene, por lo que las arterias acaban por drenarse y vaciarse.
Hay clases de biología celular que podrían considerarse poesía moderna (aunque al fin y al cabo, la muerte y el amor siempre serán temas recurrentes y universales), y es el hecho de pensar que el corazón se queda en sístole, actina y miosina contraídas (tanto tiempo como aguanten sin desnaturalizarse), lo que a día de hoy me da esperanzas cada vez que diástole llega con el bombeo necesario como para hacerlo latir.
La mecánica del corazón es un símil de lo complejo que llega a resultar la mecánica del amor, si es que se le puede encerrar en tal etiqueta.
Ojalá pudiéramos ponerle válvulas y construir puentes y diques al amor y esperar a que bombeara para irrigarnos por dentro, que se bifurcara en cada red de capilares y llegara hasta el último recoveco de nuestro cuerpo. Ojalá pudieramos controlar el caudal para que no se desbordara y causara ahogamientos internos. Ojalá pudiéramos donarlo con la  certeza de que alguien lo recibiera, alguien que lo necesitara tanto como una transfusión a corazón abierto.
Ojalá siempre lo sintiéramos fuerte y sano, de flujo continuo y laminar durante el resto de nuestras vidas (al menos hasta que el amor durara); y no tuviéramos arritmias e infartos que provocaran la muerte por amor.

Al fin y al cabo todo se reduce a lo mismo, a ese movimiento involuntario que agita el pecho cada segundo, quizá no lleve siempre sangre, pero con certeza sé que siempre lleva amor. Por eso se pintan corazones rojos, por la sangre que los hincha y los desborda.

viernes, 8 de abril de 2016

Tic, tac.

La necesidad de sentir más fuerte, más rápido. Más intenso. Más duradero. Más. Mucho más.
Tener una "hermosa taquicardia" y que el corazón lata más rápido, bombee más sangre de lo normal. Arritmias que creen canciones. Canciones que bailen al compás. Compás que sepa dibujar la línea exacta de mis pasos hacia tus brazos. Brazos que rodeen y escalen murallas. Murallas que caigan frente a una mirada. Y es que si me miras... Un minuto más de lo necesario para saber que, sí, las paralelas infinitas han encontrado el camino perfecto para converger por fin. Y no saber si el camino era el destino, o el destino era coger ese camino.
Y que no importe la hora, el día o cualquier sucesión espacio-temporal que no sea el instante presente y contigo. Forma verbal del presente plural.
Notar un cosquilleo en los dedos, un escalofrío en la columna. Cerrar los ojos y sonreír.
Reír. Sentir. Vivir.
Llenar los pulmones de aire puro. Expirar suave y guardar la esencia de la vida en un suspiro. Encontrarnos tan cerca como para respirar aire común.
Salivar más de la cuenta. No poder parpadear para no perder ni un segundo, ni un detalle. No dejar de mirar hasta que los ojos duelan.
Tu propio cuerpo lo reconoce. No puedes salir. Has entrado para siempre en el bucle infinito. Ya no podrás escuchar esa canción sin acordarte, leer esas palabras sin pensar en, entrar a un sitio sin seguir los pasos caminados, y sobre todo, ya no será la primera vez que lata por primera vez. La maquinaria se ha puesto en marcha y solo queda la cuenta atrás. Tic tac, o corres o te pilla. Y si te pilla, corre.

lunes, 4 de abril de 2016

La noche siempre fue musa.

Vivir despacio o vivir deprisa. La calma de un lunes a las 4:16, la calma del mar con la luz de la luna e imaginar el vaivén de las olas sobre la orilla, hipnótico movimiento que acompasa tu respiración y tu pecho. Imaginarlo posible sin poder ver el mar de cerca.
La calma de la noche. La expectación de la oportunidad de un rato a solas contigo.  Hacer planes que mueren al terminar de soñarlos. Soñar con tocar un instrumento y componer la banda sonora de tu vida. Bailar con la imaginación de la mano de personas reales. Dolientes.

Respirar entre las notas de una canción que te llena todos los vacíos por dentro y que te comprende como nadie podría hacerlo. Sonreír pensando en la increíble sensación de pensar en cómo se sintió la persona que la escribió. La increíble sensación de entender qué pasaba por su corazón. O quién.

La caída de la noche y la caída del peso del día sobre los ojos. Ojeras y bolsas donde guardar más pensamientos tóxicos. Moratones emocionales que reflejan la inquietud del corazón.

La sensación de control, de pausa, de poder concederte una tregua por algo conseguido. La sonrisa cómplice con uno mismo, la que mejor sienta.

La euforia del triunfo y el desazón de la derrota. Sentir el corazón en el pecho, sin prisa.

"No hay pausa, solo el coraje."

viernes, 1 de abril de 2016

Utopía sentimental.

La confusión de siempre.

La sensación de que te están cortando las alas. El aire que no se siente libre. El reloj que marca el ritmo, tic tac. Llegas tarde, tic tac. Qué horas son estas, tic tac.
Necesito el espacio suficiente como para poner tierra y mar de por medio y poder ahogarme sola en mis problemas sin tener tres orejas escuchando y cuatro bocas manipulando.
No aguanto tras los barrotes de tener que explicar cada paso de mi vida, cada paso, cuando no hay una necesidad real de conocer. A veces las cosas necesitan cierto misterio para poder tener magia, y solo cuando se lo damos, llegamos a descubrirlas.
Que ya está bien de querer encerrar el saber de una persona, rodear con una camisa de fuerza las ideas y hacer que vomite hasta la última de sus confesiones.
Y mientras, podemos relatar con pelos y señales lo maravilloso que es el voleteo de las mariposas oxitocínicas.
Total, la otra persona no tiene corazón, no siente, no tiene derecho a sentir. Pero por si acaso, le recordamos diariamente lo desgraciada que es su vida vacía, incluso aunque sepamos que no lo esté.
Cucarachas que van de dos en dos y no se resisten a ser pisadas.
Sólo espero que un día el amor os produzca un cólico y mate todas las mariposas para que podáis sentir el estómago y el corazón vacío. Y ojalá que en ese momento seáis víctimas silenciosas de manifestaciones innecesarias.
Y ojalá que sintáis la necesidad de contar vuestra miseria y llegue alguien que tenga en apariencia peores problemas y maquille los vuestros de inseguridades.
No es desear mal ajeno, es desear verdadera madurez mental.

En mi mismo vuelco al corazón, de madrugada y a escondidas, denunciando mi ansia de libertad y lo frustrada que llego a estar por no poder hacer lo que me apetece cuando me apetece.
Necesidad imperante de salir corriendo en dirección opuesta a la marea de gente que sigue la corriente. De sentir la brisa en la cara, de que me sobre la prisa. De recordar una canción y cantarla en voz alta. De tantas cosas que últimamente solo los viajes me permiten.

No salgo de esta utopía sentimental y la única salida, la de emergencia, empieza por perdonarme y mandar a la mierda todo lo que usurpa mi calma. Y como querer estar solo no es querer sentirse sólo, hoy solo necesito un último minuto servir la última y brindar por mi.

Siempre: yo, me, mí, conmigo.

"Me quedo la risa, me sobra la prisa, me he vuelto a manchar la camisa y voy a celebrarlo. La libertad no se enamora."