Te lo juro que lo he intentado. He reprimido 500 veces el impulso de escribirte, otra vez.
Te lo juro que lo he intentado. He hecho todo lo posible para no acercarme a ti.
Te lo juro que lo he intentado. Me he dado la vuelta en una dirección en la que no estabas tú, por primera vez, con un adiós fugaz en los labios y con tu cara de sorpresa en la sien grabada.
Te lo juro, te lo prometo que lo he intentado. Más veces de las que he creído poder. Y no han sido suficientes.
Otra noche en la que estoy estrujandote entre mis sesos después de que te acerques sin querer, de repente.
Vuelves a irrumpir en mi vida sin querer, sin quererme. Y aunque yo lo sé, la mecha se prende y la mascletá me revienta la cabeza.
Una vez, y otra más, y otra bomba en forma de mensaje más.
Y después Andrés canta "tengo el corazón tan leal a ti, que duele".
Y hoy sé que duele porque es la primera vez que sintiéndome feliz con otra persona me ha venido un pensamiento fugaz de lo extasiante que sería si esa persona fueras tú.
Y entonces me he ido, porque no acepto una felicidad que venga del engaño de pensarte cuando estoy con otras personas.
No conozco esa realidad y no quiero conocerla.
Ahora me dueles.
Tengo que dejarte salir, dejarte salir para dejarme la posibilidad de conocer la felicidad en otros nombres, en otras sonrisas y, puestos a pedir, también en otros labios.
Después de aprender a quererte sé que no debo olvidarme que te tengo que olvidar.
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