martes, 12 de enero de 2016

Feeling like a stranger in the rain.

Como cuando llueve mucho fuera y tienes que salir corriendo para no acabar empapado pero tienes los pies tan fríos que apenas puedes caminar. Y tienes que aguantar el mal tiempo con buena cara.
Como cuando el chaparrón es interno y te cala los huesos y sientes que necesitas desprenderte de todo lo que literalmente, te moja. Pero no puedes.
Y solo el silencio entre canciones calma una tormenta que amenaza con quedarse  más tiempo del necesario y soportable.
Como ahogarte en un vaso de agua sin poder nadar. Y que te falte el aire en los pulmones, se te cargue la espalda, abras mucho los ojos y te quedes inmóvil aguantando la respiración porque temes expirarlo todo.
No saber a qué agarrarte ni dónde estar, porque prefieres irte que quedarte a ver cómo se pudre alguien a quien quieres. Y como inevitablemente te pudre a ti. Ver cómo le nace el veneno en el pecho y no poder hacer otra cosa que alejarte. Porque solo a veces, cuando pones distancia, te das cuenta de todo lo que pasa.
Y lo que pasa es que me estoy haciendo mayor muy deprisa y me viene mucha madurez de golpe. Y el golpe inestabiliza.
Y yo no sé dónde meterme pero ojalá no sea aquí. Ojalá pudiera llevar mi habitación a un lugar recóndito del mundo y esconderme hasta que deje de llover y no se escuchen más truenos.
El hecho de no poder admitir frente a alguien lo que pasa es el síntoma inequívoco de que algo en ti se muere.
Y este vacío temo que no vuelva a llenarse, o peor, que se llene de algo que termine de pudrirme.

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