El principio más sencillo sería decirte que estoy bien. Que aprobé. Saqué todos los exámenes, saqué la plaza, lo conseguí. Sentí que aunque fuera en vano, debías saberlo, porque me acompañaste tanto tiempo que una parte de lo que fui mientras lo hacía se quedó contigo. Supongo que es esa parte la que se animó a contártelo. Pensé tantas veces en cómo me sentiría cuando ese momento llegara, que ahora que por fin está aquí no sé cómo gestionarlo del todo. Pensé que acabaría y te vería, y por mucho tiempo ese fue un motor importante en todo el proceso. Y para ser sinceras, en mucho más que en ese proceso que durante año y medio fue mi vida.
Después del último mensaje que nos escribimos en octubre llegó el vacío, el silencio doloroso y la ausencia forzada. Me acostumbré tantísimo a que llenaras mis madrugadas que volver a estudiar sin tu presencia continua se me hizo una montaña gigante. Ojalá hubiera podido yo también escapar de mi realidad entonces. Me dolieron un montón las madrugadas y volver a ese momento de despedida agria y rápida, atropellada y sin sentido en el que lo hicimos real.
Supongo que eso es también por lo que te escribo, porque mi cabeza necesita cerrarlo bien. Con un motivo. A veces releo el último correo que me enviaste en agosto antes de irte a Australia y siento que fue otra persona quien lo hizo. Es la explicación más probable y más sencilla a todo eso. Que tu vida cambió tanto que de pronto ya no necesitaste que estuviera en ella. Supongo que fui demasiado ingenua por no verlo venir, por no presentir que viajando no dejabas solo a tus amigos y familia detrás, sino también a mi. Que por fin se te hizo tolerable no tenerme así, no imaginar un futuro en el que tuviéramos cabida. Que pesaron demasiado las veces que discutimos. A menudo intento no culparte más de lo necesario, más de lo que me culpo a mí por creerlo e intentarlo. No es un manotazo al aire para que vuelvas. Es un intento, quizá ya el último de verdad, de entenderlo todo, ahora que han pasado unos meses y tu vida ya está al derecho. Ahora que tienes otra realidad, otra vida, quizá puedas ayudarme a entender cómo se acabó esto y pueda dejar de torturarme. Pienso qué es lo que me queda para cerrarlo de verdad.
Me dolió más de lo que puedo admitir que no estuvieras presente cuando aprobé, cuando me comió el estrés por saberlo los meses antes. En especial enero me pegó muy fuerte porque pensé que ahí venceríamos la barrera de lo virtual. Pero pasó, con más pena que gloria, y la realidad fue la que venció a la ficción. No fue posible, y supongo que yo no lo ví hasta que no llegó el 31 y comprendí al fin que no era, que no iba a ser. No sé muy bien por qué te lo digo si ya no tiene sentido. Lo hago por mí, porque al soltarlo siento que puedo avanzar de verdad y dejarlo atrás. Es todo lo que espero de esto.
Quizá lo último que tengo que entender es que nunca voy a entenderlo todo, lo que piensan los demás y el por qué cada uno hace lo que hace. Lo que sé que es cierto es que ayuda saber el por qué de las cosas, ayuda a cerrarlo y avanzar. Y creo que eso al menos, nos lo merecemos.
Yo pienso que llegaste allí, y se te vino una maraña de cosas encima tan grande que apenas pudiste gestionar. Fue un momento de supervivencia nuevo, tan diferente. No nos ayudó para nada el momento que yo vivía entonces estudiando todo el día, o quizá de hecho, fue todo lo contrario e hizo que lo vieras todo más claro, que entendieras por fin que no era por ahí. Se te cruzaron las personas indicadas para comprenderlo y ni siquiera tuviste que tomar realmente la decisión, porque la decisión te tomó a ti. Ya no tenía sentido que me dedicaras una parte de tu tiempo porque sencillamente no sentías que quisieras hacerlo por ti. Y pensaste que aunque fuera duro, lo acabaría entendiendo.
Lo único que te pido es entender que eso que te puse ahí es cierto, al menos el vínculo que tuvimos merece esa sinceridad. Porque aunque duela un montón, pienso que es el único camino que, egoístamente, me va a hacer comprender que esa Gimena del pasado no está ni estará. Y que realmente la persona que fui yo todo ese tiempo que pasó desde 2020, ya no está tampoco.
Y es lo más cierto, porque no se siente como todas las veces que nos dejamos de hablar, o que nos enfadamos. Esta vez no nos enfadamos, esta vez simplemente se acabó.
Intento con todas mis fuerzas no hablar desde el rencor, espero que no sientas que lo hago así. Sé que las dos ya tenemos otra vida, que no tiene cabida lo que fue en el pasado, y no busco eso ya. Estoy feliz, aunque con toda esta verborrea no lo parezca. Busco de verdad cerrar la herida, lo hago por mí. Para no tener que andar releyendo tus correos de madrugada con la esperanza de entender cómo ocurrió todo tan de repente, cómo no pude ver venir lo que pasó. Siento que lo necesito para avanzar. Ojalá esto sea el cierre dulce que en verdad se merece este vínculo.
Te deseo todo lo bueno que se le puede desear a alguien a quien has amado con todo lo que tienes dentro, siempre lo voy a hacer. Ojala tu nueva vida te llene y te haya hecho vivir todas las experiencias que buscabas y no tuviste en Argentina.
Siempre desde Madrid,
Marina