Me da miedo enfrentarme a este nuevo torrente que has traído contigo.
Claro, sin querer.
Una foto que llega como una revelación. Un beso, uno que no me esperaba y que pensé que nunca darías.
Me falta encajar las piezas, saber cómo estás y si todo es verdad. Todas mis cábalas mentales me han llevado a pensar que no hay un universo posible para que puedas hacerte esa foto. Y llega así, sin avisar, sin avisarme. Sin decirme que a las cinco, por ejemplo, me prepare y me agarre. Que no la vea, que tenga cuidado.
Entra sin llamar, asalta mi morada sin preguntar siquiera por mí.
Y el impacto de verte así, tan sin ser tú, hace que me tambalee incluso sentada.
Siento esa taquicardia pequeña, que crece ante la expectativa de saberte real. De pensar que sí fue todo así alguna vez.
Y entonces experimento creo por primera vez la sensación de tristeza y felicidad junta. Van tan de la mano a por mí que no las distingo entre sombras. Me aprietan en un abrazo en el que no respiro bien, en el que me aceleran las expectativas.
Porque si es verdad significa que te has enamorado y no es de mí, y si es mentira significa que nunca podrás empatizar conmigo, que nunca me sentirás tuya como yo querría. Y no sé, sinceramente no sé qué es lo peor.
Si pensar que no tengo posibilidades o si pensar que las tuve antes de perderte y antes de siquiera tenerte. Lo ambiguo de las dos es que en ninguna te visualizo conmigo.
Solo si te pienso demasiado siento que podría intentarlo ahora, después de la foto y de las sucesivas misivas que me llegan sin tú querer. Pero hay otra persona que ha ganado la lotería. Te compré el boleto y fui a por ti, pero solo tú sabías quién podría ganar.
Es que si tú lo supieras lo sentiría todo más fácil.
Quiero preguntarte si es verdad. Si te has enamorado de ella como yo lo estoy de ti. Si se te acelera el pulso ante la expectativa de verla en cualquier formato (físico, de foto o de audio) y si ya has perdido la cabeza tratando de no perder el corazón. Quiero preguntarte por ella para ver si me respondes con la carita encendida y si a la vez abres mucho los ojos como lo hago yo si me preguntan por ti. Si te pones nerviosa y desvías la mirada. Sabré entonces que ya te has perdido en otros ojos. Mi miopía terminó conmigo.
Y la razón por la que, aunque quiero preguntarte no lo hago, es la posibilidad remota de que me digas que sí, que es verdad. Que ya tienes el corazón ocupado, qué pasó el invierno frío de largo y que tú ya vives ese verano moral eterno. Que ya has planeado las vacaciones de dos y que se lo vas a gritar a todo el mundo.
Me aterra pensar en tu respuesta y por eso me espero a que la pregunta que no te he hecho vuelva a mí otra vez. Vuelva y traiga buenas noticias.
Ojalá pudiera decirte hoy que te quiero y pudiera sentir que es fácil.
Y si no te has enamorado también será una derrota, será un paso atrás en vistas de no dar ninguno hacia delante.
Ahora trato de convivir con los nervios de saber de ti y con lo inevitable de tratar de grabar otro recuerdo sobre el tuyo, como una cinta de las de antes. Este recuerdo es nuevo, es calentito y tiene unos labios dulces que traen el abrigo de mis dudas. Ojalá también se queden y me ayuden a decirte adiós.