La despedida comienza mucho antes de los dos besos; dos que deberían ser uno.
Empieza cuando sabes que te vas pero no cuándo volveréis a veros.
Continúa con dejarlo todo a medias: las sonrisas, las conversaciones, los planes.
Acaba cuando te decides entre los besos o el abrazo que aprieta fuerte.
Es tu coche, me llevas. Tu música lo llena todo. Me sonríes en silencio y preguntas, inocente. Agradezco que no sepas qué pasa por mi mente y te conformes con mi sonrisa a medias, porque yo me conformo con la tuya. Elijo una de tus canciones, una en la que quiero que te fijes, y te digo que me hace cosquillitas en el estómago, pero no consigo decirte por qué. (Por ti.) Te lo digo porque sé que te gusta y porque guardo la mínima esperanza de que ya no puedas escucharla otra vez sin acordarte de mis mariposas.
Conduces feliz, y yo sigo dejando todo a medias: las miradas, las palabras, las canciones... pero no mis ganas. Todo lo que se divide a la mitad se multiplica después en mis ganas, y entonces vuelve al equilibrio. Tu equilibrio.
Paras el coche de pronto y sé que tengo que bajarme porque hemos llegado. A mí siempre se me hace corto verte conducir...
Aún no he decidido lo de los besos o el abrazo, pero pruebo un beso de mejilla, inocente. Y ya no busco el otro, por si acaso, porque también quiero ese abrazo. Pero tú te revuelves y en una décima de segundo nos envolvemos. En menos de un segundo te has acercado tanto que me has inmovilizado de camino al abrazo. Así, en el minúsculo espacio entre el piloto y copiloto me has hecho un nudo y rápidamente lo has deshecho. Las mejillas se han separado de repente y han dado ligero paso a unos labios que no se han juntado. Unos, los míos, que querían.
Esta despedida queda en bromas y en un segundo beso de mejilla, ahora con prisas por salir de esa situación. Tardo todos los segundos del mundo en darme cuenta de que, por una vez, has estado igual de cerca física que emocionalmente.
Hoy te había dicho 'mi corazón es mío y está entero', y tú, a medias me has contestado, 'el mío se ha quedado frío, si es que tengo'. Y sé que te ha dado pena decirlo y verte así, y también sé que el mío ha dado un vuelco para intentar meterse en tu pecho y latir por ti también.
Ojalá no hiciera falta decirte todo lo que tengo que decirte, ojalá te volvieras a equivocar de mejilla en tu coche y esta vez me quitaras el nudo de la garganta sin dejarme atrapada. Porque en el fondo sí quiero que me atrapes de la misma manera que quiero atraparte yo, así, libres, sin tener que sentirnos a medias cada vez que nos miramos para decirnos todo lo que callamos.