jueves, 15 de febrero de 2018

En mi dirección

La próxima vez que me mires, me vas a ver de verdad. Con todo. Porque me voy a dejar y te voy a absorber en ese instante que dura la distracción de volver a concentrarme en respirar.
Te he pillado mirándome con el semblante tan serio que me he apartado hasta casi temblar, y me ha dado miedo sostener la mirada.
Estoy buscando las fuerzas para que te asomes a mi abismo y te ancles bien con cuerdas antes de tirarte. Te aseguro que ni los paracaídas de emergencias funcionan conmigo.
Ya no puedo dejar de mirarte sin saber que miras en mi dirección sin disimulo, sin sonrojarme cada vez que lo haces y sin dejar de contraer cada músculo cuando te fijas.
Ya no creo poder soportar fingir un encontronazo, ni estar a dos pasos en el vagón con el resto del mundo suspirando en la nuca mientras intento adivinar que suena en tus oídos.
Ya no puedo evitar la adrenalina de correr por el andén para entrar a la misma hora en el mismo sitio y sonreír muy muy muy discretamente si te encuentro mirando entre el barullo.
Ya no quiero fingir que no hay más sitio en el alumnario que a dos asientos tuyos, mientras me esfuerzo por escuchar a alguien que no seas tú.

Y una parte de mí lo suficientemente grande como para ignorarla más tiempo quiere pensar que cuando me miras como lo haces, tú también quieres que pase.