Duele el hecho de sentirte en soledad y que esa soledad te oprima el corazón hasta ponértelo en la comisura de los labios y vomitarlo. Y los que están, los que están si es que se puede hablar de ellos en plural, comparten sangre y se pegarían por volverlo a meter en el hueco izquierdo del pecho. Menos mal que sí están, y sobre todo que lo hacen en las malas.
Y se pegarían con los que te lo sacan.
En fin, no puedes pedirle a un manzano que de peras y no puedes pedirle a una persona que se comporte como un hermano. No puedes porque la expectativa de éxito es el peor fracaso.
Única en mi especie y gilipollas como tal, seguiré callando porque quien quiere oírte, te escucha y te busca.
(O eso, o dejar de lado lo te hace volver atrás. Porque hacia atrás ni para coger carrerilla)
Los demás podéis iros tranquilamente a tomar por el culo.
En resumen, duele equivocarse a la hora de confiar y a la hora de aprender de. La vida es maestra y a mí nunca me ha gustado que me enseñen, no iba a ser esta una ocasión especial.
Es verdad, 0 dramas.
A los que están, que se quiten los zapatos porque no quiero ninguna huella más, a los que están por venir que ni se molesten. Los corazones rotos no se arreglan. Uno mismo sabe a quién darle los trozos.
Menos mal que la venda siempre cae y nos permite mirar. Siempre lo he dicho y lo mantengo, cuanto más se sabe, más duele.
Fin de la historia.
lunes, 7 de septiembre de 2015
Lunes
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