lunes, 25 de mayo de 2015

A veces.

A veces solo vienes y te tumbas. Te quitas la camiseta y casi sin mirar, te metes en la cama y te tapas.
Y a mi me quema todo lo que no sea abrazarte la espalda, y luego el pecho. Y tu sonríes siempre, justo antes de que te roce. Y me dejas acariciarte y hundirme en ti.
Y todo huele a ti. Todo me envuelve.
Y solo espero a que lleguen las ocho, las nueve o las diez para que entres por la puerta y vengas para contarme tu día. Y luego me increpes para que te cuente yo el mío. Y me digas, "¿vienes?" y antes de que te des cuenta ya esté, como un koala, en tu espalda. Y cada día me doy cuenta de una, o varias cosas.
Que la piel de tu cuello es la más suave del mundo,
más que la de los bebés,
más que pasar la mano por la almohada y que esté fresquita,
más que las camisetas lisas de tejido fino,
más que todo lo que puedas imaginar.
Que tu barba es una maraña de abrazos pequeñitos que escondes en tu barbilla, que me rozan la mejilla todo el rato y que retan a diario a mis dedos. Tu barba es la mejor del mundo también, porque a veces cuando estás muy cansado y me dejas dormir en tu pecho, también me dejas acariciarla, y eso me hace cosquillas en el corazón. Es un bosque en el que no hace falta esconderme porque siempre sabes donde encontrarme.

Y luego me chupas. Siempre lo haces. Me chupas todo el rato mientras yo me cuelo entre tus costillas, mientras las mías se parten de risa. Y siempre, siempre huelo a ti.
Ojalá la gente te diga que tú hueles a mí, que tienes un mordisco en la mejilla que es mío y que tienes una sonrisa tan natural y tan bonita que dan ganas de alguilarte un trocito para quedarse a vivir.

Y joder, que bien me sienta quererte. Más que a nadie en todo el globo terráqueo. Más que Lucas a Sara,
más que Jack a Rose,
más que una madre a su hijo,
más que un guitarrista a su primera guitarra,
más que el Sol a la Tierra.
Si cierro los ojos y pongo la mano en tu pecho tu corazón late tranquilo, pero el mío correrá siempre por si acaso te pierdes, para ir, cogerte de la mano y volver a tu camino. Todos tus pasos son mis alas.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Mujer coraje.

Quizá sea porque hoy era el último día, hoy, por fin, se acababa quedarse hasta las mil con la botella de coca cola en la mesa vacía.
O quizá sea porque hoy tenías que venir a la mente y así lo has hecho.

Solo una persona que ha vivido en sus carnes la dificultad de un proceso puede juzgar y tener cierto conocimiento sobre el mismo. Y la empatía está ahí, cierto, pero hay que saber hacer buen uso de ella.
Gracias a Dios, porque no puede ser de otra manera, recibo el cariño que merece el esfuerzo dedicado durante este corto (aunque interminable) periodo de tiempo, con independencia de los resultados obtenidos, que además, prometen éxito.
Y no solo es cariño, es ese matiz de admiración y orgullo que hace que le brillen a mi padre sus ojitos marrones y se le perfile una sonrisa pícara al sostener sobre sus manos un folio que, según dicen, define mi entrega. Pero unos garabatos en un papel, por suerte o desgracia, nunca serán muestra del esfuerzo o la capacidad de alguien, pues estas son magnitudes inefables e incalculables. Y solo personas como mi padre se dan cuenta. Y solo personas como mi padre dicen, "pero es que tú, además, tienes buen corazón; y además de inteligente eres buena persona."

Y después de escuchar por milésima vez historias felices en las que tú estabas presente, abuela, sólo crecen y crecen mis ganas de tenerte aquí, a mi lado. Y quizá si siguen creciendo te lleguen a donde tú estés y puedas tocarlas. Quizá sea eso lo que ha pasado hoy. Quizá en ese brillo de orgullo de mi padre estabas tú y estaban las historias que te preceden. Tú fuiste la mujer de la vida de dos de los hombres con los que convivo, y solo hay palabras de gloria pegadas a tu nombre.
Cuesta imaginar dónde guardabas el amor, el cariño y la paciencia para soportar y convivir con la persona con la que decidiste casarte, sangre de mi sangre. Sin embargo, no me cuesta imaginar por qué lo dirigías hacia el fruto de ese extraño amor, mi padre; y por qué a él se le llena la boca solo al nombrarte.
Sólo ha hecho falta ver una fecha cercana a esos días tan grises para que aparezcas en su memoria y él haga que permanezcas en la mía.
"Y ella estaría muy orgullosa de ti"; y de ti también, papá.

Qué putada que la vida, que los ángeles tuvieran que reclutarte tan pronto entre sus filas. Qué putada que no me hayas dado ese beso y ese abrazo que se le olvida a mi abuelo, tu marido, darme; y esas palabras de ánimo que a veces necesito.
Por ese "que en paz descanse" que se ha hecho coletilla para el abuelo cada vez que pronuncia tu nombre; por esa foto tuya que aún guarda en su cartera; por esa ternura que debiste causarle incluso a él, por esa capacidad para traspasar su coraza como nadie ha podido hacerlo nunca en su casi siglo vivido; por esas mujeres mayores que me saludan en la iglesia al pasar y esas palabras siempre buenas que hacen que te quiera recordar, por la foto que tiene mi padre en su oficina junto a las mías, porque sí, porque juraría que nos habríamos llevado como deberían llevarse un nieto y su abuelo.
Porque sí, porque hoy has querido ponerte entre nosotros, hoy después de ese 27 de febrero trágico has querido volver a su memoria; hoy te has hecho carne con nosotros.
Donde quiera que estés, yo también estoy orgullosa por lo que fuiste en vida. Abuelas coraje.